El país de la desmemoria, de Juan Miguel Baquero, arranca con el testimonio de La Desbandá de Alejandro Torrealba cuando era un niño: «Al poco de arrancar la huida, Alejandrito ya está “acostumbrado a ver cadáveres” … La más importante, “la niña” cuya cabeza cortada por el impacto de alguna bomba le cayó encima» y, más tarde, «…una mujer, moribunda, dando el pecho, con el niño chupando de lo que era casi un cadáver». Comienza así una exposición minuciosamente detallada de los acontecimientos previos que condujeron a la Guerra Civil española, a los posteriores cuarenta años de dictadura, y a la desmemoria histórica que impera en España a consecuencia de lo «atado y bien atado» que está el franquismo sociológico.
El 14 de abril de 1931 se proclamó en España la Segunda República. Según el propio Manuel Azaña, la idea era construir una «República republicana», para no limitarse a asumir «una monarquía sin rey», pero una cierta parte de la población no quiso aceptarlo y emprendió lo que ellos mismos llamaban «la purificación de España».
Baquero no se limita a exponer con detalle el antes, el durante y el después de todo el franquismo con sus horrores y crímenes contra la Humanidad. También señala dónde pudo haberse equivocado la izquierda y las señales que ignoró o que no supo gestionar, llegando quizá a exhibir un caso crítico de «buenismo» (del que tanto se acusa a la izquierda) cuando se le perdonó la vida al general Sanjurjo por la revuelta que orquestó en 1932. Revuelta que fue luego preludio y ejemplo para el levantamiento franquista.
El autor señala que «del año 1931 al 1936 la República decreta 23 estados de alarma, 21 de prevención y 18 de guerra. Un lustro de perturbaciones del orden público que sirven como arma arrojadiza contra el régimen democrático y constitucional» y lanza la pregunta «¿Quién gana rédito con el estallido de los radicalismos?». Mussolini envió grupos de ciudadanos convertidos en mercenarios cuyas instrucciones eran «romper la calma social y reventar la República».
En esta obra se presentan ambos bandos: el bando fascista, con apoyo logístico y económico de Alemania, Italia y Portugal, que quería «aniquilar» (propias palabras de varios generales) al otro bando; y el bando republicano, cuyos soldados apenas estaban entrenados para una encrucijada así y cuyo único apoyo fueron las Brigadas Internacionales. Las potencias europeas “democráticas” y su postura de “imparcialidad” se pueden entender mejor en estas dos citas a continuación:
«La imparcialidad de las grandes potencias acaba traicionando a la España de la República con la política de no intervención, una equidistancia que resultará mortal para la democracia y dará vida al fascismo en los preámbulos de la Segunda Guerra Mundial». ― Juan Miguel Baquero (p. 52)
«Casi he alcanzado la lamentable conclusión de que el principal obstáculo para los negros en su lucha por la libertad no son … los miembros del Ku Klux Klan, sino los blancos moderados, que están más preocupados por el “orden” que por la Justicia; que prefieren una paz negativa, plasmada en la ausencia de tensión, antes que esa paz positiva que la presencia de la Justicia proporciona…». ―Martin Luther King
Uno de los factores del absoluto odio de los franquistas hacia «los rojos» viene otra vez de la mano del concepto de a lucha de clases. El propio autor lo resalta en estas dos citas suyas, que, otra vez, se entienden mejor juntas:
«El régimen franquista surge de una pretendida “cruzada” contra el infiel, disfrazado de “rojo” … Porque el terco complot contra la República está basado en el odio de clases». (p. 40)
«[las diversas cuentas corrientes de Franco] suman cerca de 388 millones de euros al inicio de la década de 1940, conocidos como “los años del hambre”». Si os aburrís en esta cuarentena sería interesante calcular a cuánto dinero equivaldría hoy esa cifra y compararla con, por ejemplo, la riqueza de Amancio Ortega. (p. 112)
Baquero dedica dos capítulos a cómo impactó el franquismo a las mujeres, que consiguieron el voto con la II República (el cuarto país en todo el mundo después de Inglaterra, Australia y Nueva Zelanda) para pasar a ser torturadas, violadas y asesinadas durante la Guerra Civil y luego relegadas a, en el mejor de los casos, amas de casa durante la dictadura; y, en uno de los peores casos, de sujeto de estudio de Antonio Vallejo-Nájera, que investigaba «el gen rojo» y cómo este provocaba «la degeneración de la raza española» y «qué tipo de malformación lleva al marxismo». Como se ve en el otro capítulo, dedicado a la gente LGTB, ellos también sufrieron una represión aún más brutal de la “normal”: «a los maricones se les pasaban imágenes masculinas y se les daban descargas eléctricas, estímulos negativos, con la supuesta idea de que se rehabilitaran o se curaran» afirma Silvia Reyes, mujer trans arrestada y encarcelada en numerosas ocasiones.
Los impactos del franquismo sociológico y cómo han perdurado todos estos años de supuesta transición sin prácticamente la menor consecuencia quedan dolorosamente visibles cuando se ve que, los beneficiarios del franquismo, los que eran poderosos antes, siguen siéndolo ahora, como si nada hubiera cambiado: «¿Qué empresas usaron a esclavos del franquismo? … compañías privadas en la mayoría de los sectores productivos, incluidas importantes sociedades que actualmente cotizan en el Ibex 35 y que desde la misma contienda o desde el final de la guerra se beneficiaron por el hecho de disponer de mano de obra gratuita que les facilitaba el bando franquista … Unas noventa empresas, como mínimo, … [de esas noventa] once pertenecían a la Iglesia católica».
Si os interesa saber más de esas empresas del IBEX 35, incluso los nombres de algunas, o a qué pertenecen el resto de esas 90 empresas, o si queréis saber más sobre las condiciones de «vida» de los presos en las cárceles y campos de trabajo franquistas, o cómo vivieron las «sinsombrero»… os vais a tener que leer el libro. Yo os dejo con una última cita:
«Verdad, justicia y reparación para lograr la garantía de no repetición. Y construir, entre todos, una memoria viva que deje atrás el país de la desmemoria».
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