Desde hace año y medio, el suelo de Yemen se baña en la sangre de una masacre sin precedentes. Los constantes bombardeos sobre el país de la coalición liderada por Arabia Saudí han llevado a la región a una escalada de tensiones entre los diferentes actores y un punto de inflexión en las relaciones tanto internas como internacionales.
Tras los intensos combates que siguieron el alzamiento de los milicianos hutíes contra las políticas del presidente Abdrabbuh Mansour Hadi, este tuvo que presentar su dimisión el 23 de enero de 2015. La respuesta de la vecina Arabia Saudí no se hizo esperar, y después de que EE.UU. retirase su personal de la embajada de Yemen el 22 de marzo del mismo año, los Saud intervinieron militarmente el 26 de marzo de 2015 de acuerdo a la resolución de la ONU 2216 liderando una coalición que cuenta con el apoyo norteamericano y que entró al país por tierra, mar y aire.
Si bien la estrategia de la coalición resulta simple, está demostrando ser letal para los civiles además de una herramienta eficaz a la hora de minar la moral de los yemeníes.
La coalición liderada por Arabia Saudí divide su intervención en tres formas de ataque:
Aire: Constantes ataques aéreos sobre barrios residenciales, escuelas y demás infraestructura civil además de puestos de mando militares. Según el siguiente informe, uno de cada tres ataques impacta sobre objetivos civiles.
Mar: Bloqueo naval que prohíbe la entrada de cualquier mercancía a todo el país. En un país pobre y dependiente como Yemen, esto ha provocado una gran hambruna y la vuelta del cólera. Este bloqueo tiene otra función práctica para Arabia Saudí, y es controlar el estrecho de Bab el-Mandeb, por donde pasa un tercio de todo el crudo que produce el país.
Tierra: Un despliegue a gran escala de fuerzas saudíes y tropas leales al presidente Hadi en los grandes núcleos de población con el fin de evitar la expansión de los hutíes. Financian además, a organizaciones wahabitas que se han hecho un lugar en la contienda.
Según un reciente informe de Naciones Unidas, los bombardeos indiscriminados de la coalición han dejado cerca de 10.000 muertos entre marzo de 2015 y agosto de 2016.
A pesar de este duro contexto de masacres continuas, la última gran masacre fue especialmente cruenta. El pasado 8 de octubre en Sana, la capital de Yemen controlada en su totalidad por los hutíes, los aviones de la coalición descargaron sus proyectiles sobre el edificio y las inmediaciones en el que se celebraba el funeral del padre del Ministro de Interior de Yemen, Jalal al-Roweishan, que había muerto el día anterior por causas naturales, según informa Reuters. Las bombas arrasaron el lugar, se cobraron la vida de 125 personas y dejaron más de 500 heridos, de los cuales murieron 75 por las heridas en los días siguientes a la masacre; la más sangrienta en los 17 meses que lleva activa la guerra.
Edificio donde se celebraba el funeral antes y después de los ataques aéreos saudíes.
Cabe destacar que el Ministro de Interior pertenece al grupo hutí, por lo que no era un funeral más, era también una congregación popular de personas de distintas edades y de distintas confesiones religiosas que rendían homenaje al padre de una figura popular.
Recopilación de vídeos de cómo quedó el velatorio después de los ataques (+18)
https://www.youtube.com/watch?v=26qDwiW848s
El bombardeo sobre el velatorio de al-Roweishan no hace si no poner de manifiesto la tensión entre los milicianos hutíes y la monarquía Saudí, que motiva a la coalición a llevar a cabo acciones cada vez más destructivas y desbocadas.
Farea al-Muslimi, analista del Centro de Estudios Estratégicos de Sana dijo que “a pesar de todas las masacres que han ocurrido en esta guerra, atacar un funeral es un hecho sin precedentes y cruza una línea roja en la cultura yemení”.
Y en efecto, las respuestas no se han hecho esperar.
La destrucción por parte de Rusia –secretamente en Yemen- del buque insignia de la marina de Emiratos Árabes Unidos. El ataque estadounidense con misiles Tomahawk a radares hutíes o el misil que milicianos hutíes lanzaron contra una base militar saudí en Taif, a tan solo cien kilómetros de La Meca, dibujan un mapa de guerra cambiante e inesperado en el que las mayores potencias militares del mundo pueden enfrentarse de manera abierta.
Frente a estos hechos, las palabras de Sayyed Nasrallah, el secretario general de Hezbollah, que vaticinó una “gran victoria para los hutíes en las próximas semanas”, tras la masacre en el funeral, en una rara aparición pública.
Si bien Hezbollah no tiene presencia en Yemen, es bien sabido que Nasrallah es un hombre cuyas palabras valen mucho y son tenidas muy en cuenta tanto por los partidarios como por los enemigos más acérrimos.
A pesar de las tensiones y las terribles repercusiones que pudiera haber a escala global, es de esperar que la guerra en Yemen siga silenciada por los grandes medios occidentales como lo ha estado durante este año y medio. Un silencio para ocultar la hambruna que sufre el país y las matanzas de la coalición liderada por Arabia Saudí que cuenta con el beneplácito de Estados Unidos. En este estado de la cuestión, viene bien recordar que la censura, también es un mecanismo de propaganda.