En las últimas décadas del siglo XIX, la llamada Carrera por África –the Scramble for Africa– repartió el territorio del continente entre las potencias europeas con tal de asegurar fuentes de materias primas en un momento de depresión económica y un espacio en el que desplegar la carrera geoestratégica fuera del continente. Hoy, en la misma arena, se da una nueva encrucijada de potencias que se disputan una presencia comercial en que la divisa es la seguridad.
Últimamente, el mundo occidental ha visto en África un socio necesario para su seguridad y un muro de contención a los flujos migratorios, especialmente en el cinturón del Sahel. En la región conviven el Ejército estadounidense, el Ejército francés, los Grupos de Acción Rápida –en los que participan los cuerpos de seguridad españoles, francés, italianos y portugueses– y la misión de la Unión Europea EUCAP SAHEL. Además, se les unen las fuerzas de cooperación regional multifronteriza del MNJTF, en la que opera Níger, Chad, Camerún y Benín; y la Fuerza Conjunta del G5 Sahel, que incluye a Mauritania, Malí, Burkina Faso, Níger y Chad.
La cuenca del lago Chad, el punto céntrico del cinturón, alberga más de 150 grupos étnicos y el principal foco de acción de Boko Haram e ISWAP, la filial local del grupo terrorista Estado Islámico, los cuales se han establecido en uno de los puntos calientes más inestables de la región y del conjunto del continente. Pero el marco es más amplio, y ensambla la debilidad institucional, la insuficiencia en infraestructura, las carencias en el desarrollo, la inseguridad alimentaria y la ausencia de expectativas en un conglomerado difícil de abordar y que los efectos del cambio climático sobre los recursos naturales no hacen más que recrudecer.
Asimismo, la vecindad sur con el continente africano pone la cuestión migratoria y de seguridad en plena agenda de la política exterior española. Tras el cierre de la ruta balcánica en 2016, el Sahel se ha convertido en el primer muro de contención europeo, por lo que la UE destina parte de su presupuesto fronterizo a ofrecer formación técnica e inversiones a los estados de la región. Pero a ello se agrega el posible control terrorista sobre reservas de uranio, gas e hidrocarburos que puede perjudicar el suministro energético a Europa, siendo Nigeria el primer productor petrolero africano y Níger el cuarto productor mundial de uranio.
Paralelamente, esta inestabilidad en un contexto de violencia y conflicto armado dejan al tejido empresarial extranjero vulnerable, creando con ello un nicho en el que incidir para la industria militar privada. Si bien la presencia occidental ha sido un continuo pre y post movimientos decoloniales, el papel de China en las relaciones comerciales ha tomado ventaja en los últimos años. La creciente huella de empresas y ciudadanos chinos en países como Senegal, Ghana, Nigeria o Sudán, entre otros, fuerza a Pekín a implicarse cada vez más en la política exterior hacia el continente africano, especialmente para proteger sus intereses comerciales en la región, que sólo en doce años han mostrado un crecimiento del 226%.
Nigeria ha sido, en su lucha de 2013 contra el yihadismo de Boko Haram, el paradigma de estado que recurrió a la contratación de empresas militares privadas. Tras conseguir avances notables, fueron relegados, pero este año han vuelto a operar por petición de la Cámara Baja nigeriana. Como Camerún, Mozambique o Chad, quedaban sumidos en un bucle que genera dependencia con estas empresas a la vez que mina la moral de las fuerzas nacionales y desvía los esfuerzos para fortalecer sus capacidades. Y eran los mercenarios israelíes, rusos, sudafricanos y empresas como Conella Services, STTEP y Pilgrims Africa, integradas en la unidad especial 72 Mobile Strike Force, los que hacían fortuna y perpetran torturas, matanzas y abusos contra la población. Éstas ofrecen servicios que abarcan desde el análisis de seguridad o protección de embajadas y personalidades hasta la custodia de cárceles y rehenes, el entrenamiento militar de las fuerzas nacionales o la gestión de explotaciones petrolíferas.
Muchas de estas empresas, parte de una industria multimillonaria, son de dudosa legitimidad y presentan un amplio historial en la participación en guerras civiles y en lucrarse de recursos minerales desde las guerras coloniales en África del siglo pasado. Wagner, empresa militar y de seguridad privadas (EMSP) rusa que opera en Sudán, dispone de contratos que le permiten el acceso a minas de oro y diamantes, como un eco de lo ocurrido en Sierra Leona en la década de 1990 con la empresa Executive Outcomes, empresa matriz de programas de formación a corto plazo que hoy opera en Nigeria contra Boko Haram. O como en Angola, donde estas empresas tomaron el control de los yacimientos minerales tras apoyar al gobierno en la lucha contra la Unión Nacional para la Independencia Total (UNITA). Del mismo modo que en Oriente Medio se mercadea con acceso al petróleo, en África subsahariana se hace con diamantes.
Sin rendir cuentas y logrando el control de recursos, la privatización de la seguridad lleva a África lo que muchos autores consideran mecanismos tradicionales para el colonialismo moderno.
Si bien la participación de EMSP en los conflictos u operaciones de contrainsurgencia cataliza la efectividad militar, también implica un recrudecimiento del conflicto y la duración de estos, normalmente vinculado al interés económico y al ánimo de lucro de estas empresas.
Por ello, la presencia de actores de seguridad privada en puntos calientes, y en una zona que actúa de parapeto entre Boko Haram al sur, ISIS al oeste y Al Qaeda-GSIM al norte, no hace más que avivar la beligerancia y complicar el margen de respuesta. Esto es preocupante especialmente para países como España, que ven en su contacto con el Mediterráneo la necesidad de estabilidad regional y lo posicionan como prioridad en su política exterior. Asimismo, la privatización también pasa por la militarización y la unidimensionalidad de la seguridad, por lo que la estrategia española, hasta ahora en una dinámica casi pasiva respecto a sus socios europeos, puede optar por liderar la oportunidad de cambio hacia la capacitación local y la estabilidad, que pasa precisamente por actuar como alternativa eficaz a las EMSP.
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