La firma de la Declaración por la Paz, la Prosperidad y la Unificación de la Península Coreana fue resultado de meses de trabajos en los despachos: desde el desfile de las dos Coreas bajo la bandera de la reunificación en los juegos de PyeongChang, la visita del líder norcoreano Kim Jong-Un a China, la reunión entre el director de la CIA y Kim Jong-Un en Pionyang o las palabras de Trump calificando al líder norcoreano como “muy honorable”.
Tal y como se lee en la declaración firmada, –recogida aquí de manera íntegra-, los dos líderes «declararon solemnemente ante los 80 millones de coreanos y el mundo entero que no habrá más guerra en la Península Coreana y que empezará una nueva era de paz».
La declaración recoge que Corea del Norte y Corea del Sur retomarán relaciones de diálogo y negociaciones a varios niveles -incluidos a altos niveles- con el fin de hacer un “esfuerzo para resolver rápidamente las condiciones humanitarias que resultaron de dividir la nación a través de negociaciones con la Luna Roja Intercoreana”, en otras palabras, se reunirá a las familias que quedaron divididas durante décadas.
También se acordó el cese de hostilidades en cualquiera de sus formas y medios, de tal manera que se pueda establecer “un sólido y permanente régimen de paz en la Península Coreana”.
El encuentro estuvo cargado de simbolismo. Moon Jae-in, Presidente de Corea del Sur y Kim Jong-un, líder de Corea del Norte, se reunieron en el paralelo 38 que divide ambos países. Tras estrecharse la mano, Kim Jong-Un invitó a Moon Jae-in a dar unos pasos hacia atrás y pisar territorio norcoreano antes de dirigirse a territorio surcoreano. Este gesto fue bien recibido por todas las partes y nos recuerda la importancia actual de las fronteras en un gesto tan absurdo como dar unos simples pasos. Kim Jong-Un se convirtió en el primer líder norcoreano que visita Corea del Sur desde 1950.
Tras la firma del acuerdo, simbólicamente se acordó llamar a la zona desmilitarizada como zona de paz.
La declaración firmada sirve como inicio a varias cuestiones claves: La desnuclearización total de la Península Coreana, el cese de cualquier tipo de hostilidad y la firma de paz que pondría fin oficialmente a la Guerra de Corea (1950). Recordemos que Corea del Sur nunca firmó por presiones de Estados Unidos, únicamente está vigente el Acuerdo de Armisticio de Corea.
Tras la histórica firma ambos líderes plantaron –y regaron con agua de ambas coreas- un arbol en la zona desmilitarizada. Este gesto simbólico hizo referencia al incidente de 1976 cuando soldados norcoreanos mataron con hachas a dos soldados estadounidenses y dejaron ocho heridos en el intento de las tropas estadounidenses y surcoreanos de cortar un arbol en la franja intermedia dando lugar a uno de los mayores momentos de tensión en la península coreana.
Parece ser que este tratado de reconciliación tendrá mejores resultados que los dos anteriores intentos fallidos de reconciliación. El primero firmado por Kim Jong-Il y Kim Dae Jung el 15 de junio del 2000 y el segundo firmado por Kim Jong-Il y Roh Moo-hyun el 4 de octubre de 2007.
La diferencia sustancial en esta ocasión es la confirmación absoluta de que Corea del Norte posee armas nucleares.
Donald Trump y su gabinete parecen dispuestos a apuntarse el tanto histórico que supone consolidar la paz en la Península Coreana. Pareciera que el futuro acuerdo coreano podría ser muy similar al que firmó Barack Obama con Irán. Un acuerdo que, sin embargo, es criticado por Trump.
Recordemos que el acuerdo nuclear entre la administración de Obama e Irán fue el mayor y único éxito de la política exterior de Obama. En resumidas cuentas, el acuerdo impide que Irán fabrique armas nucleares a cambio de levantar las sanciones económicas y comerciales y una mayor normalidad con el país persa.
Si bien Trump –por presiones de lobbys internos- ha criticado públicamente el acuerdo nuclear iraní, todo apunta a que el objetivo del gobierno estadounidense es conseguir un acuerdo similar en Corea que logre la desnuclearización de la Península a cambio de levantar sanciones económicas y comerciales y una paz duradera en la nación. La mayor incógnita es la presencia de tropas estadounidenses en Corea del Sur que no gustan a Corea del Norte ni a China, que se siente vigilada en el Mar Oriental.