El post rock que vino del frío asaltó el palacio de invierno, bueno, el de los deportes, bueno, el de no-sé-qué tarjeta de crédito. En la noche de Walpurgis en la que las brujas adoran a los dioses de la fertilidad, saludamos la llegada de la primavera con los madrileños Toundra, reforzados por el metal atmosférico de los franceses Alcest y el rock instrumental barroco de los Jardín de la Croix y el post rock crudo de Viva Belgrado en el Palacio de los Deportes de Madrid.
Suele costar ver un recinto así, estadio para conciertos de masas a grupos de tanto carácter musical, de marcada personalidad y honesta integridad. Ese rock que se esconde en los locales y salas medias, auténticas barricadas de resistencia, salió este 30 de abril al asalto del palacio de invierno de la música madrileña.
Constituye un gran éxito de estas bandas el haber reunido el quórum necesario, compitiendo con Viñarock y el puente de mayo, para organizar con éxito y mismo tamaño evento. Un gran logro deberíamos decir.
El ataque se organizó con tiempo, se llamó a la revolución desde bastantes semanas antes. Toundra y su gente lo movieron y movieron. Con ilusión. Y lo consiguieron. Pudimos ver los ensayos con la banda instrumental y percusión extra que nos pusieron los dientes largos, los sorteos de carteles, los vídeos llamando a acudir a esa insurrección musical. Incluso pudimos ver horas antes los preparativos por streaming horas antes del concierto, lo que nos dejó claro todos los medios desplegados para hacer una gran noche y que sí que es posible fumar en el Palacio.
Las terrazas de las inmediaciones bullían con el público previsible repostando para la larga tarde de virtuosismo guitarrero y eléctrico. Está claro que es más barato volverte adicto a la heroína que cogerte un buen pedo en el barclaycard, con algunos de los minis más caros que puedas pillar en un concierto en todo el territorio patrio. Repostados y con la reserva, tras esperar al fotógrafo de FuroVlog que venía desde Toledo tras vender un cuadro (gracias, Javi), entramos para disfrutar de la descarga.
Viva Belgrado no solo demostró que el dolor sienta bien, sino que despertaron a un todavía no lleno Palacio muy desde el principio a grito descarnado. Con humildad y muchas ganas, se despedían también de su reciente gira y abrieron con dignidad y energía el recital que nos esperaba.
Nos perdimos con los riffs hipnóticos y la jungla de escalas de Jardín de la Croix, manteniendo el nivel de caña y energía esperado. Nos perdimos por sus jardines de cuerdas y nuestra imaginación echó a volar. La propuesta instrumental agradó y bastante mientras el Palacio seguía llenándose. Imaginación y originalidad no le falta a esta banda curtida en ya no pocas batallas manteniendo alto el estandarte de su propuesta musical con personalidad propia.
Alcest no defraudó tampoco con su shoegazing atmosférico que por momentos me recordaba a unos Katatonia. Su evolución desde el death metal a su actual sonido, más suave, sutil y melancólico supuso la calma antes de la explosión de la tormenta. No los conocía mucho y desde luego muchos tomamos nota de los franceses de Bagnoles.
Y llegó el momento de que los líderes de la revuelta tomaran posiciones, siguiendo un horario de precisión germánica tras un gran movimiento técnico en el escenario. Los primeros gritos e impaciencias se notaron cuando la banda instrumental
que acompañaría a Toundra en varios temas tomó posiciones. Para entonces ya había muchas ganas de ver rematar la noche, traducidas en un silencio aplastante apenas segundos antes de empezar. A diferencia de un concierto de metal más ortodoxo o el punk más fiestero, en el que el jolgorio, los gritos y los pogos transforman al público en una jauría, Toundra consiguen que el público guarde silencio para escuchar cada matiz, cada nota de su propuesta musical. Los “pssttt” y algunos “callad” pusieron una losa de silencio mágico sobre el Palacio que se derramó en emoción con los primeros acordes de la intro instrumental, roto en aplausos y gritos, esta vez sí, por la llegada de los miembros de la banda que fueron tomando posiciones.
A pesar de los años que Toundra llevan tocando, ponen ganas y energías como si fuera las del primer día. Se les notaba contentos y felices. No apreciábamos nervios o tensión, sino una gran alegría de estar allí. Se sucedieron los temas con ganas y energía. Sobre todo con ilusión. Con unas guitarras y bajo con denominación de origen y una batería de locura y alto nivel, Toundra nos hizo viajar y disfrutar en lo que ya no era un concierto, sino una auténtica fiesta. Ni acobardados ni pequeños, se les vio ganadores y satisfechos, tanto como lo estuvo el público, sin lugar a dudas. Despidiéndonos con el viejo truco del rock, cerraron con un “Zanzíbar” especialmente mágico, sellando este asalto con éxito de la música de calidad sin condiciones.
Y que les podamos ver más veces en ambientes así.