20 January 2025 Redacción de actualidad, cultura, cine, música... de la televisión Furor TV

¿Tambores de guerra? Las relaciones entre China Continental y las Autoridades de Taiwán en la actualidad

Hace unas semanas, el Presidente de los EE.UU., Joe Biden, aseveraba que su Gobierno estaba dispuesto a “defender” militarmente a la región de Taiwán en caso de una agresión por parte de las autoridades de la China continental. Sin embargo, y a pesar de las repetidas declaraciones tanto en Taiwán como en EE.UU., el uso de la fuerza no parece estar en la agenda de nadie en Pekín.


Las relaciones políticas, económicas y sociales a ambos lados del Estrecho de Formosa, entre las autoridades de la China Continental y las de la región de Taiwán, no han estado siempre en el centro del debate geopolítico a nivel internacional con la misma intensidad con la que aparecen ahora, en una posición central vista desde Pekín como artificiosa e impuesta por el Gobierno del Partido Democrático Progresista (DPP por sus siglas en inglés) presidido por Tsai Ing-wen y, en último término, por EE.UU. quienes, según China, busca provocar un conflicto con el objeto de desestabilizar al gigante asiático, quien es visto por la Casa Blanca como una amenaza para el orden mundial establecido actualmente.

En Taiwán, en cambio, se vende la idea de que la China Continental, encarnada en el liderazgo del Partido Comunista de China (PCCh), es un peligro para la democracia, una idea que se vio muy reforzada en los años 2019 y 2020 durante las protestas que se sucedieron en Hong Kong. Pero para entender la posición de hostilidad por parte de las Autoridades de Taiwán hacia China Continental y todo lo que representa, tenemos que dibujar el panorama que vive la opinión pública en Taiwán en torno a la administración de Tsai desde que en 2016 obtuviera su primera victoria en las elecciones de la región.

La administración de Tsai, bajo un fuerte escrutinio durante su primer mandato.

El desgaste en el Gobierno y la mala situación interna del Partido Nacionalista de China (Kuomintang, abreviado en sucesivo como KMT) favorecieron en el año 2016 una clara victoria del DPP liderado por Tsai Ing-wen, quien se encontró con el escrutinio general conforme tomaba posesión del cargo.

Conocida por estar situada en el ala más dura del partido independentista, Tsai pronto se vio envuelta en dudas y preguntas acerca de sus verdaderas intenciones en dos parámetros que son vitales en la vida política taiwanesa: las relaciones con Estados Unidos y el status quo vigente en el Estrecho de Formosa tras el llamado Consenso de 1992 que fijó los términos de las relaciones entre Taiwán y China Continental.

Sin embargo, estas cuestiones no gozaron de importancia en la agenda del DPP durante el primer mandato de Tsai, que se centró más bien en ejercer la política de bloques utilizando los movimientos por los derechos LGTBI como instrumento, llegando entonces a aprobar el matrimonio igualitario tras el rechazo de la población en el famoso multi referéndum del año 2018. A pesar de ser su administración aplaudida por amplios sectores del mundo occidental, la menguante presencia de Taiwán en el campo diplomático, provocada por la pérdida de reconocimiento por parte de cada vez más países en favor de China Continental, y de problemas como el estancamiento económico y la fuga de cerebros, su administración llegaba al año 2019 entre la espada y la pared, situación que el DPP pudo revertir gracias a la utilización populista del “enemigo externo” que aparecía con fuerza tras las violentas manifestaciones de Hong Kong: el PCCh.

Populismo contra la reunificación: el segundo mandato de Tsai Ing-wen.

Como señalábamos con anterioridad, la idea que existe sobre el conjunto de China entre las generaciones más jóvenes en Taiwán, sobre todo las nacidas tras mediados de los años 80 y que crecieron en la nueva democracia que siguió a la Ley Marcial, es una idea de antagonismos claros: por un lado, la “democrática Taiwán” y, por otro, la “autoritaria China comunista”, la cual ha sido instrumentalizada por todo el espectro político de Taiwán, incluyendo al propio KMT. Esta situación de antagonismos ha supuesto también un cambio en los pensamientos de las nuevas generaciones de taiwaneses con respecto a su identidad nacional, en parte también azuzada por una campaña contra la identidad china que se inició desde comienzos de la década de los 2000 en el sistema educativo de la región.

Desde entonces, cada vez más jóvenes se identifican únicamente como taiwaneses, hecho que ha sido fuertemente utilizado por el DPP para ejercer un populismo político en el que establecen a China Continental y al PCCh como el “enemigo externo” que les hace ganar votos y aprobación a sus políticas aislacionistas para con el resto de China. Por este motivo, no es de extrañar que el DPP aprovechara las violentas protestas que tuvieron a Hong Kong secuestrada durante dos años y las utilizara en su favor para salvarse de una posible derrota electoral en un momento en el que la propia Tsai Ing-wen no gozaba de mucha popularidad entre la población, usando la situación para desincentivar a su propia población de cara a una teórica aceptación hacia el principio de Un País Dos Sistemas que gobierna Hong Kong.

Aún a pesar de su última victoria electoral en el año 2020, su nombre sigue en tela de juicio entre gran parte de los taiwaneses por varios motivos, principalmente dos:

1. La luz verde a la importación de carne de cerdo contaminada con ractopamina procedente de EE.UU., una sustancia cuya importación está prohibida en la UE y en China Continental. Este asunto ya formó parte del debate político con anterioridad, y ha supuesto un escándalo de primer orden que incluso ha despertado numerosas y sonoras protestas entre los políticos de la oposición y la población en general.

2. La gestión que se ha hecho de la pandemia del COVID-19, a pesar de la creencia popular en Occidente, ha estado lejos de ser modélica, sobre todo en lo que se refiere a la adquisición de dosis de las vacunas disponibles en el mercado. La confianza extrema a la hora de asegurar contratos con las principales farmacéuticas y el rechazo de la administración de Tsai a adquirir vacunas fabricadas en China, sean de la marca que sean, hechos que indignaron a la población y que resultaron en una fuerte carencia de dosis durante el verano del presente año 2021, meses durante los cuales Taiwán sufría una segunda ola de COVID-19 que ponía en duda la gestión de sus autoridades.

Estas son situaciones que han puesto contra las cuerdas a la administración Tsai, quien está bajo mínimos en popularidad en este momento. Tan solo las divisiones en el bando nacionalista, con el KMT al frente, pueden seguir amarrando al DPP al poder, algo que desde China Continental, a nivel de opinión, se empieza a ver como un positivo elemento desestabilizador interno en Taiwán que pueda, en algún momento del futuro, favorecer una reunificación pacífica. Vista la situación, no es de extrañar que Tsai se esté dejando querer, como las autoridades de Taiwán han hecho siempre, por el Departamento de Estado estadounidense a la hora de vender un discurso agresivo que le permita apoyarse de nuevo en el populismo del enemigo externo, tal como hizo durante las protestas de Hong Kong.

¿Puede ir la escalada más allá?

Todo parece indicar que no. China Continental es el principal socio comercial de Taiwán, lo que supone unos lazos económicos muy difíciles de cortar. La idea de forzar un conflicto también entra claramente en contra de los intereses de una parte importantísima de la burguesía y las grandes empresas taiwanesas, cuyos intereses comerciales en China Continental les hacen presionar a favor del mantenimiento del status quo actual. Otro elemento muy a tener en cuenta en todo este embrollo para deducir si la perspectiva de una guerra por la independencia es algo plausible o no es la división que existe dentro del propio ejército de la autodenominada “República de China” que controla Taiwán. No es un secreto que dentro del ejército existen muchas facciones cuya ideología aún se encuentra muy cercana al nacionalismo chino y que, como consecuencia, no estarían dispuestos a participar en una contienda bajo estos términos.

El Gobierno de China, presidido por Xi Jinping, jamás ha mencionado públicamente intención alguna de usar la fuerza para buscar la reunificación. Es más, el discurso oficial siempre ha sido el de buscar el diálogo, respetar y reconocer el Consenso de 1992 para buscar una reunificación en términos pacíficos y bajo el principio Un País Dos Sistemas. El escaso lenguaje de corte belicista, sobre todo por parte del periódico ultra Global Times, realmente no es algo que esté en el debate público, ni siquiera a nivel de calle donde realmente no se reconoce que exista un conflicto como tal. Lo que sí ha hecho China Continental, en respuesta a los continuos bloqueos y trabas a la inversión y exportación procedentes del Continente, es bloquear la importación de ciertos productos agrícolas taiwaneses, creando una situación de bloqueo mutuo que tampoco ha estropeado el hecho de que las relaciones comerciales entre la región de Taiwán y el resto de China supongan un 26% del total en 2020, suponiendo un 22% del total de sus importaciones.

Por parte de EE.UU., parece claro que tampoco buscan la confrontación directa, sino crear un ambiente de consentimiento entre la población occidental que justifique sus políticas agresivas contra China en el plano geopolítico, creando para ello una narrativa en la que China es siempre el agresor sobre territorios que necesitan ser defendidos. Misma estrategia utilizada para intervenir en las protestas de Hong Kong o para buscar efectos adversos en la economía y estabilidad de la región de Xinjiang, con importante porcentaje de población musulmana.

Por tanto, como conclusión, se podría establecer que el “ruido de sables” no es más que tormenta mediática sin fundamento real alguno, y que el riesgo de una nueva guerra en por Taiwán es prácticamente nulo y es algo fabricado para atender a los intereses geopolíticos de EE.UU. que pasan por desestabilizar la región para hacer daño a China y electoralistas por parte de Tsai Ing-wen y el DPP, quienes necesitan el antagonismo de China Continental y el PCCh para sobrevivir. Fuera de esta suerte de puesta de escena, nada parece indicar que pueda ocurrir gran cosa. Si acaso, esta narrativa de defensa permanente podría crear un clima de tensión dentro de Taiwán que no beneficiaría a nadie.

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Toni Fernández
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