Ang Lee (La vida de Pi, Brokeback Mountain) dirige este film donde Billy Lynn (Joe Alwyn), un joven de 19 años se convierte de la noche a la mañana en el prototipo de héroe de EEUU. Una cámara le ha grabado tras arriesgar su vida para salvar a su sargento, matando a dos insurgentes iraquíes en el intento. Por ello, él y su batallón son trasladados a EEUU para ser condecorados. Allí son colmados de regalos y halagos, pero, ¿Qué se esconde detrás de toda esta escenificación? ¿Qué supone para un soldado el volver a casa?
Billy Lynn danza dentro del cine anti bélico, recorriendo los traumas y el sin sentido de la guerra, el cinismo y la falsedad, la diferencia entre el hombre arrastrado por las circunstancias y el rol que asume (o más bien asistimos a un hombre que es asumido por el rol), contemplamos así esa diferencia entre el preguntarse el “por qué” al verse anclado en el abstracto “deber”. Y es que en ocasiones podemos apreciar cómo no es Billly quien habla, sino como si de un ventrílocuo se tratase, es el rol que le ha sido asignado (héroe del ejército) quien emite el sonido que sale de su boca. La película no es solo una crítica de la guerra, sino que va más allá y narra la propia decadencia de EEUU aumentada por la guerra de Irak, y es que Billy Lynn no es sino un reflejo de la total derrotada sufrida por la nación que decía ser la más fuerte del mundo. Así vemos inmigrantes de clase trabajadora queriendo alistarse al ejército porque su sueldo no es suficiente para mantener a sus familias, al oligarca petrolero sin patria que solo busca su propio beneficio, el ejecutivo que en público abandera al ejército y en privado les ve como ganado, la importancia de los “soldados culturales”, la violencia constante que hemos normalizado, el importante papel de la religión, pero sobre todo, vemos la vida cotidiana en una pequeña ciudad de EEUU.
En resumen, Billy Lynn es una película de una calidad no solo de forma sino también de fondo bastante notable. Y es que nunca está de más que se nos dé un contra enfoque a la visión habitual del sueño americano, difiriendo de esas películas que lo muestran presente y vivo, aquí le encontramos sino moribundo, muerto y falseado. Y es que para lamento del batallón Bravo, si esto es verdad, no queda más que el miedo y la rabia, pero también esbozos de esperanza de manos del honor y la solidaridad.
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