Resulta bastante obvio destacar que el cine norteamericano de consumo, el cine comercial “made in Hollywood” que inunda las pantallas de todo el mundo, ha sido tradicionalmente la caja de resonancia del “american way of life”, con su descarada defensa de los valores del más feroz capitalismo. Desde sus comienzos el cine norteamericano -la industria audiovisual norteamericana, mejor dicho- ha sido el principal instrumento de penetración ideológica en todos los países del mundo y, solo en el caso de que su impronta fallara, los Estados Unidos echaban mano de su primera industria, la militar, para enviar a los “marines” y solucionar las cosas. Naturalmente hablamos del cine de consumo, no del cine de autor o del cine “indie” que aprovecha los canales alternativos (y minoritarios) para hacer explícito su mensaje antisistema.
Desde el triunfo de la revolución bolchevique, la URSS se convirtió en el enemigo natural de los Estados Unidos a causa de sus discrepancias ideológicas y de su consecuente política de confrontación y el tratamiento que recibía en el cine norteamericano fue siempre el de su enemigo natural. Pero hubo un periodo –brevísimo- en el que no fue así, un periodo que se extiende desde la ruptura del Pacto germano-soviético hasta el fin de la Segunda Guerra Mundial, concretamente desde 1941 a 1945 y, para ser más exactos, en los años 1943 y 1944.
En estos años, el cine norteamericano, a través de los grandes estudios nada sospechosos desde el punto de vista ideológico como la Warner Bros. o la MGM produjo tres películas que suponen un cambio radical en la forma tradicional de presentar a la URSS, sus gentes, su vida cotidiana y sus paisaje ideológico y emocional. Estas tres películas son THE NORTH STAR (“La estrella del norte”) (1943) de Lewis Milestone, MISSION TO MOSCOW (“Misión en Moscú”), del mismo año, realizada por Michael Curtiz y SONG OF RUSSIA (“Canción de Rusia”), dirigida en 1944 por Gregory Ratoff y terminada por Lazslo Benedek.
LA ESTRELLA DEL NORTE fue una gran producción RKO/Samuel Goldwyn y contó con un guion original, escrito expresamente para la pantalla por Lillian Hellman, una dramaturga y guionista comprometida con causas izquierdistas que fue compañera sentimental del gran escritor de serie negra Dashiell Hammett. Hellman había escrito, entre otras, “La calumnia” que tuvo dos adaptaciones a la pantalla, la primera dirigida por Willyam Wyler con el título de “Esos tres” en 1936 y la segunda, otra vez por Wyler en 1961 con el título de “La calumnia”.
“La estrella del Norte”, cuenta con un reparto estelar con Anne Baxter, Dana Andrews, Farley Granger, Walter Huston, Eric von Stroheim, Walter Brennan, Ann Harding y Jane Wither, el famoso director de fotografía James Wong Howe y William Cameron Menzies como encargado del diseño de producción. En su primera parte la película mostraba la idílica vida de un pequeño poblado fronterizo de la URSS centrado en la familia Shonen. No faltan en estos primeros minutos de la película los toques folkloristas en la más firme tradición del musical americano, ni las escenas románticas protagonizadas por la pareja Baxter/Granger. Pero este clima se rompe bruscamente con la irrupción, a sangre y fuego, de las tropas invasoras nazis que obligan a los habitantes del pueblo a empuñar las armas contra los soldados alemanes y a quemar sus propias casas para luchar contra el invasor. “La estrella del norte” acabó siendo nominada para seis Oscar de la Academia de Hollywood, uno de los cuales recaería en la autora del guion Lilliam Hellmann.
Años después, cuando la película ya estaba en el punto de mira del tristemente famoso Comité de Actividades Antiamericanas presidido por el senador McCarthy, cambió su título por el de “Armored Attack” (“Ataque blindado”) reduciéndose su metraje de los 105 minutos originales a 82 minutos, con el objetivo de limpiar a la película de cualquier contagio de comunismo. Recientemente ha vuelto a ser relanzada en su forma original, manteniendo el carácter que siempre tuvo de película más antinazi que procomunista.
En el mismo año, 1943, Michael Curtiz, que acababa de cosechar el enorme éxito de “Casablanca” se encara con una película basada en los diarios, cartas e informes del que fuera embajador de Estados Unidos en la Unión Soviética, Joseph E. Davies, titulada “Misión en Moscú”. Davies era un abogado y empresario norteamericano nombrado embajador por el presidente Roosevelt, primero en Alemania y después en la URSS, entre 1936 y 1938 con el objeto de conocer los propósitos de los dirigentes de estos países con respecto al posible estallido de la II Guerra Mundial.
Su libro, titulado “Misión en Moscú”, muestra el convencimiento de su autor en la buena voluntad del pueblo y los dirigentes soviéticos, destacando el desarrollo de su industria, las colectivizaciones agrícolas y su opinión personal sobre los célebres “procesos de Moscú” contra los trotskistas Bujarin y Krestinski. Para el embajador norteamericano, “el proceso reveló las grandes líneas de un complot que estuvo muy cerca de lograr su objetivo de derrocar al gobierno soviético actual”. Igualmente, para el embajador Joseph E. Davies, el Pacto de no agresión entre Alemania y la URSS había sido firmado por Stalin para protegerse de los nazis y la invasión de Finlandia quedaba explicada como una estrategia de defensa.
La película “Misión a Moscú”, producida por Warner, contaba con un guion de Howard Koch y con intérpretes de la importancia de Walter Huston, Ann Harding, Oskar Homolka y Eleanor Parker y rompía con los tópicos de la propaganda fascista contra la URSS, presentando a sus aliados, el pueblo ruso y sus dirigentes de forma positiva. En el mismo año 1943 “Misión a Moscú” fue nominada al Oscar a la Mejor Dirección Artística.
En 1944, con producción de MGM, guion de Leo Mitdler y dirección de Gregory Ratoff y Lázslo Benedeck (no acreditado) y con Robert Taylor y Susan Peters al frente del reparto, se realiza la película “Song of Russia”. Cuenta la historia de un director de orquesta norteamericano que viaja a Rusia y acaba enamorándose de una pianista soviética, Nadya Stepanova, con quien lleva a cabo una gira por varias ciudades de la URSS. La invasión nazi pone el punto final a la gira y los amantes se unen a la resistencia contra el invasor.
Casi diez años después de la realización de estas películas, la situación política había dado un giro de 180º. La URSS había pasado de ser un aliado de EEUU en su lucha contra la Alemania nazi, para convertirse en su principal enemigo durante el largo periodo de la guerra fría. Un siniestro senador, Joseph McCarthy, al frente del Comité de Actividades Antiamericanas aplicó su lupa de censor a estas tres películas, realizadas en un contexto histórico muy diferente, para emprender una campaña contra gran parte de la industria norteamericana de Hollywood, acusada de izquierdista, iniciando de esta forma el tristemente célebre proceso conocido como “la caza de brujas”, que tomaba su nombre de la obra de Miller “Las brujas de Salem”. Ya nos hemos referido anteriormente a los cortes de censura a que se vio sometida la película “La estrella del Norte”. A ello hay que añadir el obligado arrepentimiento de la Warner Bros. por haber producido “Misión a Moscú”, la acusación de comunismo al guionista Howard Koch, la inclusión en la lista negra de Hollywood de la dramaturga y guionista Lilliam Hellmann y de su pareja sentimental Dashiell Hammett, los ataques de la escritora Ayn Rand fundadora del “movimiento objetivista” (que sería declarado posteriormente secta destructiva) y las declaraciones del “testigo amistoso” Robert Taylor en el sentido de que, al estar bajo contrato, fue obligado por la MGM a interpretar su papel en “Song of Russia”.
Nadie duda a estas alturas de que la producción de estas películas en los años en que Estados Unidos y la URSS eran aliados contra el enemigo común obedeció a algo más que un simple consejo por parte del gobierno estadounidense para mejorar la imagen de los soviéticos. Y, por supuesto, nadie duda tampoco que McCarthy también escribió al dictado del gobierno en su política anticomunista en los años de la guerra fría.