de Luis Buñuel y Salvador Dalí
“Adoro los sueños, aunque mis sueños sean pesadillas y eso son las más de las veces. Están sembrados de obstáculos que conozco y reconozco. Pero me da igual”
Luis Buñuel
“Nuestra moral se apoyaba en otros criterios distintos a los valores convencionales admitidos: exaltaba la pasión, la mixtificación, el insulto, la risa malévola, la atracción de las simas.” (L.B.)
No se puede “entender” “Un perro andaluz” sin comprender previamente la adscripción de sus autores, Luis Buñuel y Salvador Dalí, al movimiento surrealista. La palabra “surrealismo” fue empleada por vez primera por Apollinaire, en 1917 y consistió en un movimiento literario y artístico que busca trascender lo real a partir del impulso psíquico de lo imaginario y lo irracional. El primer manifiesto surrealista aparece en 1924 y estuvo firmado por el poeta francés André Breton. Marcel Duchamp, Salvador Dalí, Man Ray, Germaine Dullac, Meret Oppenheim, Paul Eluard, Tristan Tzara, Magritte… son algunos de los principales representantes de este movimiento que no se limitó a la pintura y la poesía, sino también al cine, ámbito en el que tuvo a su principal representante en el cineasta aragonés Luis Buñuel. Eran activistas que luchaban contra una sociedad a la que detestaban, utilizando el escándalo como arma principal. En el escándalo vieron la forma más eficaz de luchar contra las desigualdades sociales, la explotación del hombre por el hombre, la influencia embrutecedora de la religión y el militarismo burdo y materialista.
André Breton había postulado la “escritura automática” como método para los escritores surrealistas. Se trataba de escribir en la hoja en blanco sin ningún planteamiento previo para hacer aflorar todo el caudal del subconsciente, porque los surrealistas piensan que el mundo real no es solo el que nos proporcionan nuestros sentidos sino, igualmente, el universo onírico, el mundo de los sueños, la irracionalidad.
Como afirma en sus memorias, la locura por los sueños fue la causante de su acercamiento al surrealismo. Y “Un perro andaluz” nació de la convergencia de uno de sus sueños: Una nube corta la luna en dos mitades, como una navaja cortando un ojo, con otro suerño de Dalí: el de una mano reptante con hormigas. Este sería el punto de partida del cortometraje más famoso de la historia. Dalí y Buñuel escribieron juntos el guion de acuerdo con el siguiente planteamiento: “No aceptar idea ni imagen alguna que pudiera dar lugar a una explicación racional, psicológica o cultural. Abrir todas las puertas a lo irracional”. El guion estuvo listo en una semana y no hubo ni la menor discusión entre sus autores. Buñuel, entonces, convencido de que nadie en sus cabales produciría esa película insólita y provocativa, pidió dinero a su madre para producirlo y su madre, aceptó. (“Cuando hube gastado la mitad del dinero de mi madre en salas de fiestas, me dije que era necesario tener un poco de seriedad y que había que hacer algo”).
“Un perro andaluz” se rodó en 15 días en los estudios Billancourt, con los intérpretes Pierre Batcheff y Simone Mareuil y con el operador Duverger. Los actores no sabían absolutamente nada de lo que estaban haciendo y se limitaron a seguir las instrucciones de Buñuel (“Mira por la ventana como si estuvieras escuchando a Wagner”). Según cuenta el propio Buñuel, Dalí no llegó hasta cuatro o cinco días antes de acabarse el rodaje y se limitó a echar pez en los ojos de las cabezas de asno disecadas y a encarnar a uno de los hermanos maristas que son arrastrados por cuerdas.
Una vez acabada la película, Buñuel tuvo la oportunidad de exhibirla en programa doble con la película de Man Ray “Le Mystère du château de Dê” y se organizó una primera proyección pública en las “Ursulines” a la que acudió la flor y nata de París, entre ellos, Picasso, Le Corbusier, Jean Cocteau o el músico Georges Auric, además del grupo surrealista al completo. Buñuel, que había guardado en el bolsillo un montón de piedras por si la proyección era un fracaso, escuchó aliviado grandes aplausos del público y, discretamente, se deshizo de los proyectiles. Al cabo, el propietario de Studio 28 compró la película, que se mantuvo ocho meses en cartel. Buñuel resume así esta experiencia:
“Hubo 40 o 50 denuncias en la comisaría de policía de personas que afirmaban que la película era obscena y cruel. Entonces empezó una larga serie de insultos y amenazas que me ha perseguido hasta la vejez”
Buñuel y Dalí hicieron “Un perro andaluz” intoxicados por las ansias de libertad que se vivían en el París de la “Generación perdida”, con el deseo expreso de escandalizar y con la esperanza de activar un choque revolucionario contra la sociedad. Se dice que cuando Buñuel y sus amigos vieron “El acorazado Potemkin”, la película revolucionaria de Eisenstein, al finalizar la proyección, y, ya en la calle, empezaron a construir barricadas.
Al cabo de los años se han buscado infinidad de interpretaciones a “Un perro andaluz”, acudiendo a Freud, Jung o Carlos Marx. Buñuel siempre se ha reído de ellas, por la sencilla razón de que es inútil buscar un significado a la película, porque NO LO TIENE. Acudimos a Roger Ebert:
“Una película como esta es tónica. Asalta antiguos e inconscientes hábitos de los cinéfilos. Es turbadora, irritante, exasperante. Parece que no tenga propósitos. Tiene un humor cruel y una voluntad manifiesta de ofender, pero la mayoría del público actual no se siente ofendido y puede que eso signifique que los surrealistas ganaron su revolución.”
Puedes ver la película completa aquí: