De S. M. Eisenstein
( 1928 )
“Salvo el poder, todo es ilusión” (Lenin)
En enero de 1927 la nueva entidad cinematográfica Sovkino encargó a S.M. Eisenstein la realización de un film conmemorativo de la revolución de Octubre, que cumplía diez años. Eisenstein y Aleksandrov tuvieron que interrumpir el rodaje de “La línea general” que habían empezado a mediados de 1926 y comenzaron a preparar el esquema de guion de “Octubre”. Durante varios meses se dedicaron, ardorosamente, en Moscú y en Leningrado, a consultar todo tipo de documentos y a asesorarse sobre numerosos pormenores en largos coloquios con todos los testigos activos de la época que pudieron encontrar.
Con el mayor presupuesto que hasta entonces había disfrutado un film soviético, medio millón de rublos, realizaron la película entre febrero y septiembre de 1927. Para las escenas del asalto al Palacio de Invierno, Eisenstein dispuso de 11.000 soldados y obreros que suponían una figuración jamás conseguida hasta entonces por film alguno. El gobierno les dio enormes facilidades, hasta el punto de que, en ocasiones, hubo que dejar en tinieblas algunos barrios de Leningrado para concentrar en el lugar de rodaje toda la luz disponible. Sin embargo Eisenstein sabía que la película no iba a quedar completa y que estaba destinada a sufrir cortes y modificaciones. La razón era simple: Eisenstein trataba de llevar a la pantalla los acontecimientos de Petrogrado desde febrero a octubre de 1917 y, si Lenin fue el genio teórico de la revolución, Trotski fue el organizador, el que hizo posible la creación de las milicias populares primero y más tarde, del Ejército Rojo. Era lógico, por tanto, que Trotsky tuviera en la película un papel tan destacado como el del propio Lenin, aunque también es cierto que ni siquiera Lenin asumía un papel protagonista, porque el concepto del cine de masas de Eisenstein se imponía a todo tipo de individualismo. Cuando Eisenstein rodaba la película Lenin había muerto, Stalin ejercía el poder y Trotsky, destituido de su cargo de Comisario de Guerra estaba a punto de marchar al destierro en una zona despoblada del Asia Central. Borrado de toda actividad pública, la presencia de Trostsky también tenía que ser borrada en la película. Consecuencia de ello fue que, entre el material que rodó el director y lo que se vio de “Octubre” hubo una diferencia de 1.500 metros de celuloide del nuevo montaje en el que se eliminó al incómodo revolucionario. El crítico norteamericano Herman G. Weinberg, que trató a Eisenstein durante su estancia en EEUU, afirma que el director soviético no reconocía como suya la versión exhibida de la película ya que consideraba que, sin los episodios de Trotsky, el film no tenía valor como documento histórico.
Por otra parte la película presupone en el espectador el conocimiento profundo de muchas particularidades de la revolución y muchas de sus partes parecen referirse más al concepto abstracto de revolución que a una revolución determinada. A pesar de ello, “Octubre”, como todas las películas de S.M.Eisenstein, es una obra soberbia que, a falta de material documental para ilustrar debates o tertulias sobre la revolución de octubre, ha sido utilizada en muchas ocasiones como si se tratara de un verdadero documento histórico y muy especialmente las extraordinarias imágenes de la toma del Palacio de Invierno, el ametrallamiento por orden del gobierno provisional de la manifestación obrera de julio, la arenga de Lenin a la multitud en la estación de ferrocarril, la concentración ante el edificio Smolny, convertido en cuartel general de los revolucionarios, el disparo del acorazado “Aurora” para anunciar el triunfo de la revolución o la reunión del Segundo Congreso de los Soviets presidida por Lenin.
Todo el cine de S.M. Eisenstein es la plasmación de sus teorías sobre el cine, porque para este genial realizador la cuestión fundamental de su arte es la transmutación de sus ideas en imágenes. Eisenstein es uno de los máximos creadores del lenguaje cinematográfico con sus teorías y, fundamentalmente, con su concepción del montaje, como medio decisivo de la creación cinematográfica. Para Eisenstein el montaje no consiste en ordenar los distintos planos y el orden de la secuencia no significa una adición de un plano más otro que de como resultado una lectura del significado de la misma. El montaje en Eisenstein supone un conflicto de imágenes en atracción, basado en la escritura china y japonesa, en los ideogramas y jeroglíficos. Así, pues, dos imágenes concretas que representan objetos reales, se enfrentan entre sí por atracción y conflicto para expresar una emoción o para poner de relieve una idea. Para hacer comprender al público el verbo “ladrar”, por ejemplo, Eisenstein ofrecía un plano de un perro contrapuesto al plano de una boca, tomando como base los ideogramas. Una oreja+una puerta es igual a oír, un ojo+agua= llorar etc. Las imágenes en conflicto pueden estar en la veracidad de la escena, de manera realista, o estar fuera de toda realidad objetiva de modo expresionista.
“Octubre” es toda una antología de esta expresión por conflicto de imágenes. Kerensky, en el Palacio de Invierno, que va a ser asaltado por las masas, es presentado de forma satírica por el director, como creyéndose un gran hombre. Las mujeres soldado que defienden el Palacio de Invierno alternan con estatuas de Venus con niños en brazos, como una sátira de la feminidad frustrada. La aplicación de los mismos procedimientos del ideograma y el jeroglífico es similar a la del teatro japonés kabuki y de ahí partirá S.M. Eisenstein hacia su aspiración del cine integral por medio de la “sincronización de los sentidos”. Todos los sentidos tienen un punto común y todos los medios de expresión lo tienen también: encontrar este punto de confluencia es realizar el cine total, el arte supremo.