Su título original es CITY LIGHTS y se realizó en 1931. Atención a la fecha porque se trata del periodo comenzado en 1928 – tres años antes- y que supone el tránsito del cine mudo al cine sonoro con películas como EL CANTOR DE JAZZ de Alan Crossland o LA MELODIA DE BROADWAY producida por la MGM y, por supuesto, por las tres películas que consiguen de una vez por todas un uso racional y artístico del sonido: ALELUYA de King Vidor, EL ANGEL AZUL de Josep von Sternberg y BAJO LOS TECHOS DE PARIS, de René Clair.
Chaplin y otros grandes creadores se habían manifestado en contra de la utilización del sonido argumentando con toda la razón del mundo que el cine mudo, sustentándose exclusivamente en el poder de la imagen y con el apoyo de algunos rótulos, había realizado un buen número de obras maestras, incluso complejas desde el punto de vista argumental, sin necesidad del sonido. Y ahí están las películas de Griffith, de Murnau, de Lang, de King Vidor, de Eisenstein o del propio Chaplin para demostrarlo.
Así pues, Chaplin, de acuerdo con su postura, realiza en 1931 LUCES DE LA CIUDAD, una película muda que aprovechaba, además, las grandes dotes de su autor para la mímica, para la interpretación gestual.
El mismo cuenta en su autobiografía que encontró serias dificultades para realizarla ya que, por lo que respecta a los actores, apenas se encontraban intérpretes que no hubieran olvidado el arte de gesticular y que no centraran sus preocupaciones en la palabra y no en la acción.
Otra de las dificultades con las que tropezó Chaplin fue la de encontrar a una actriz que pudiera parecer ciega sin que ello fuera en detrimento de su belleza. La mayoría de ellas –cuenta Chaplin- miraban hacia arriba poniendo los ojos en blanco y eso resultaba para él demasiado angustioso.
Al final, Chaplin tuvo suerte. Una actriz llamada Virginia Cherrill que actuaba en un circo en la playa de Santa Mónica, con un bañador azul le saludó, comenzaron a hablar. Quedaron en realizar una prueba y a pesar de su escasa experiencia la chica superó la prueba. Y la superó con creces en los aspectos que le interesaban a Chaplin: su facilidad para parecer ciega y la forma de mirar que quería el director: mirar a su oponente de forma interior, como si no lo viese.
“Luces de la ciudad” parte de una historia que sufrió profundas transformaciones en su gestación hasta el resultado final. Al principio era la historia de un payaso que se quedaba ciego a causa de un accidente y que tenía una hija nerviosa y enferma a la que había que ocultarle la ceguera del padre para que no sufriera. De ahí solo quedó el tema de la ceguera traspasado a una mujer, a una florista de la calle.
Se entrecruza igualmente en sus orígenes la historia de un experimento puesto en marcha por dos millonarios que encuentran a un vagabundo dormido en un banco y le llevan a una casa espléndida donde vive momentos de felicidad con vino, mujeres y canciones y, cuando se queda dormido, le vuelven a llevar al banco donde le encontraron. Cuando el vagabundo despierta cree que todo ha sido un sueño. De ahí las escenas del millonario que solo conoce al vagabundo cuando está borracho y cuando está sobrio ignora quién es.
Curiosamente, al ser “Luces de la ciudad” una película muda, la escena clave de la historia tiene que ver con un peculiar sonido: el cierre de la portezuela de un coche. Un momento antes el vagabundo, para sortear un atasco de tráfico, pasaba por el interior de un coche y salía por la otra a la acera de enfrente. Pero cuando cierra la puerta del coche la ciega lo oye y le ofrece sus flores creyendo que es el dueño del vehículo. Chaplin, con su última moneda compra la flor, se la va a poner en el ojal pero sin querer tira la flor que cae al suelo. La muchacha, arrodillada busca a tientas la flor y entonces el vagabundo tras pasar la flor ante sus ojos, se da cuenta de que es ciega.
Toda esta escena dura setenta segundos pero tardó cinco días en rodarse dado el afán perfeccionista de Charles Chaplin. Hay que añadir, además, que el rodaje de la película duró un año, cuando lo habitual era de seis a ocho semanas.
Mucho se ha hablado del afán perfeccionista de Chaplin y todo lo que se diga a este respecto es poco. Hace ya varios años tuve la oportunidad de ver en TVE un documental en el que se mostraban las claquetas de rodaje y parte del material desechado de algunas de sus películas y lo que vi no lo podía creer: ¡Planos que se repetían hasta 5.000 veces! Esto es algo insólito en la historia del cine mundial porque el celuloide era muy caro y en cuanto se pasaba de la sexta o séptima toma del mismo plano todo el mundo se echaba a temblar. Pero Chaplin quería que todo saliera perfecto y en honor a la verdad hay que considerar que así es, aunque ello encareciera mucho sus películas.
Hay otra cuestión en esta película que conviene recordar. Y es la relativa a la música. Chaplin dice en su biografía que él compuso su propia música, añadiendo que, para él, lo importante era la melodía y que el resto de la composición musical era simple acompañamiento. Pero Chaplin mintió como un bellaco ya que llegó a utilizar en parte el tema de “La Violetera” compuesta por el músico español José Padilla. Chaplin se la había oído cantar a Raquel Meller en una gira realizada por esta artista por Estados Unidos y el director y protagonista incluyó la música como si fuera su autor omitiendo en los créditos el nombre de Padilla. Se dice que fue el actor español Tony Leblanc quien primero se dio cuenta de este hecho. Y lo puso enseguida en conocimiento de José Padilla quien interpuso una demanda judicial que acabó ganando.
“Luces de la ciudad” es una comedia. Pero una comedia romántica de sabor agridulce en la que aparecen, sin embargo, muchas de las preocupaciones sociales de su autor Charles Chaplin. Y contiene algunas de las secuencias más admirables de la historia del cine: la escena inicial del encuentro entre el vagabundo y la florista, el combate de boxeo de cinco minutos de duración, realizado de forma espléndida por su autor con una excelente coreografía para que siempre el árbitro esté situado entre Chaplin y su oponente y, especialmente, la escena final entre los dos protagonistas, ese gesto indefinible de Chaplin que se queda entre la risa y el llanto. Cuando sus ojos quieren sonreir y lloran sin lágrimas, cuando su boca quiere llorar y sonríe con más tristeza que todos los llantos, ha quedado para siempre como un icono del cine mundial. Si exceptuamos, tal vez, algunos planos de “La pasión y muerte de Juana de Arco” de Dreyer, creo que el rostro humano no ha sido capaz de expresar de forma tan cabal todo un cúmulo de sensaciones como las conseguidas por ese genial actor y director que fue Charles Chaplin.
“Luces de la ciudad” se rodó en el año 1931. Fue producida por la United Artists, compañía de producción creada por el propio Chaplin, Griffith y el matrimonio de actores Douglas Fairbanks y Mary Pickford. Contó con una excelente fotografía de Rollie Toththeroh y Gordon Pollock con un presupuesto de 1.500.000 dólares. Tothehroh fue, también, director de fotografía de “Tiempos modernos” y de “Monsieur Verdoux” y Pollock fue director de fotografía de algunas películas, la más famosa, “La reina Kelly” de Eric von Stroheim.
La película tuvo un reparto encabezado por el propio Chaplin interpretando al vagabundo, como se conoce a su personaje en el mundo anglosajón, Virginia Cherrill en el papel de la florista ciega, Harry Myers en el personaje del millonario, Hank Mann interpretando al boxeador y Allan García en el papel del mayordomo.
¿Qué fue de ellos después de City Ligths?
Virginia Cherril
LA CIEGA. Tuvo serias discrepancias con Chaplin durante el rodaje y el director y protagonista estuvo a punto de despedirla. Pero al final estimó que ya había gastado mucho con la actriz y tuvo que elevarle el sueldo. Después de “City Ligths” Virginia Cherril participó en algunas películas como el musical de Gershiwn “Delicious”, pero abandonó de forma temprana su carrera, en 1936. Es conocida igualmente por sus cuatro matrimonios: el segundo con el actor Cary Grant, el tercero con del duque de Jersey y el cuarto con Florian Martini, con quien vivió en California hasta su muerte en 1996 a los 88 años.
HARRY MYERS
EL MILLONARIO. Fue actor y director de cine entre 1908 y 1938, aunque había sido fundamentalmente actor de teatro durante 10 años junto con su esposa. Llegó a dirigir varias películas cortas y participó como actor en 245 películas, dirigiendo 42.
FLORENCE LEE
LA ABUELA. Trabajó en más de 100 películas con directores como Griffith, Max Sennet o Dell Henderson y fue también una prolífica guionista en la época del cine mudo. Falleció en Hollywood a los 77 años.
ALL ERNEST GARCIA
EL MAYORDOMO. Trabajó como actor en 120 películas hasta su muerte en 1938, siendo habitual en las películas de Chaplin “La quimera del oro”, “Tiempos modernos” y “El circo”. También fue director de casting para Chaplin.
HANK MANN
EL BOXEADOR. Era el último sobreviviente de los famosos “Keystone Cops” y uno de los primeros actores cómicos de la historia del cine. También trabajó con Fatty y en “Tiempos modernos” y “El gran dictador” de Chaplin, en el famoso serial “Los peligros de Paulina” y con la pareja cómica Abbot y Costello. Nunca se retiró del mundo del cine pero uno de sus últimos trabajos fue como administrador de un edificio de apartamentos juntos con su esposa Dolly.
En cuanto al recibimiento que tuvo la película por parte del público, echamos mano de las propias palabras de su autor. Chaplin cuenta que, una vez sincronizada la película y como estaba ansioso por conocer la reacción del público, organizó sin previo aviso una sesión previa en un teatro de la ciudad. El propio Chaplin cuenta que la sala estaba medio vacía, que el público había acudido para ver un drama y no una comedia y que algunas personas se marchaban de la sala antes de que la película acabase. Chaplin define esta experiencia como “atroz” y añade que salió de la proyección con la sensación de haber tirado el dinero y el trabajo empleado. La película todavía estaba sin vender y el interés por cada nueva película suya no era tan grande como años anteriores, en parte por el desinterés de Chaplin hacia el sonoro. Al final se consiguió una sala en Nueva York, el teatro George M. Cohan, con 1.150 butacas. Pero antes se hizo un estreno en un teatro nuevo de Los Angeles, al que acudió Einstein y su esposa. A pesar de que la proyección fue interrumpida hacia la mitad de la película para hacer propaganda de la nueva sala, el estreno fue un éxito y el propio Einstein llegó a llorar al final suscitando el comentario de Chaplin de que “los sabios son unos incurables sentimentales.”
Al fin llegó el día del estreno en Nueva York. Se ofrecían sesiones continuas durante todo el día con precios de 50 centavos y 1 dólar, cantidades más altas de las habituales que eran de 35 centavos las más baratas. Chaplin gastó 30.000 dólares en publicidad y otro tanto en un anuncio luminoso en la parte delantera del teatro y pasó la noche entera comprobando la proyección, decidiendo el tamaño de la imagen y corrigiendo la distorsión. El estreno funcionó a la perfección y a partir del día siguiente el público hacía cola ante el cine desde las diez de la mañana mientras diez agentes trataban de mantener el orden. La sala hizo una recaudación de 80.000 dólares en las tres primeras semanas y estuvo en cartel un total de 12 semanas produciendo un beneficio neto, después de los gastos, de 400.000 dólares.
Poco después del estreno neoyorkino la película se estrenó en Londres con asistencia de Winston Churchill y del dramaturgo George Bernard Shaw y otras personalidades, cosechando un gran éxito.
Chaplin, que ya había dirigido e interpretado otras dos obras maestras: “La quimera del oro” y “El circo”, realizó con posterioridad otras tres películas geniales, “Tiempos modernos”, “El gran dictador” y “Monsieur Verdoux”, antes de verse envuelto en las acusaciones del comité de actividades antiamericanas de McCarthy y que culminaron con la denegación de entrada en el país aprovechando una salida al extranjero de Chaplin. En su país, Inglaterra, dirigió más tarde “Candilejas”. Y más tarde obtuvo el Premio Internacional de la Paz. Sus últimas películas fueron “Un rey en Nueva York” y “La condesa de Hong Kong”, con Sofía Loren y Marlon Brando.
Las listas de mejores películas de la historia son muy discutibles, pero vamos a ver la consideración que esta película tiene en diversas encuestas.
En la lista de mejores películas de la historia elaboradas por FILMAFFINITTY “Luces de la ciudad” ocupa el 8º lugar. La lista está encabezada por “El Padrino” y “Luces de la ciudad” aparece como la primera de Chaplin.
Para el American Film Institute, “Luces de la ciudad” es la undécima mejor película de la historia en una lista que encabeza Ciudadano Kane de Orson Welles.
Y para terminar hay una votación que combina las favoritas del American film Institute, las 50 mejores del British Film, el Top 250 de Internet Movie database y las 101 grandes películas de la historia del cine. Según esta votación que combina la visión de los expertos con la del público, Luces de la ciudad consigue el lugar número 20 en una lista de 100 películas encabezada por “El padrino” de Francis Coppola.
El crítico Roger Ebert escribió lo siguiente sobre Charles Chaplin:
“Hubo una época en la que Chaplin fue ensalzado como el más grande artista del siglo XX y sus películas eran reconocidas en todo el mundo. Hoy en día, ¿cuánta gente las ve? ¿Las proyectan en las escuelas? Creo que no. ¿En la TV? No muy a menudo. El cine mudo, el medio que le dio a Chaplin su gloria, ahora le ha robado su gran público. Sus películas siempre vivirán. Pero sólo para aquellos que las busquen.”