LA PASION DE JUANA DE ARCO (V)
De Carl Theodor Dreyer.
Carl T. Dreyer está considerado no solamente como un gran director de cine sino como uno de los más grandes artistas del siglo XX. Entre 1918 y 1964 realizó 14 largometrajes entre los que se encuentran algunas de las mejores películas de la historia del cine como “La pasión de Juana de Arco”, “Ordet” o “Gertrud”.
Cuando ya había realizado siete películas, Dreyer dirigió en 1927, en vísperas del cine sonoro “La pasión de Juana de Arco” para la Societé Generale de Films. Recordemos rápidamente la historia de Juana de Arco: Una doncella rural de Orleans, vestida de hombre dirigió a los soldados franceses y consiguió derrotar a los ingleses. Cuando fue capturada por los franceses leales a los ingleses fue enviada ante un tribunal de la iglesia donde su creencia de que había sido inspirada por visiones celestiales la llevaron a ser acusada de herejía. Hubo 29 interrogatorios combinados con torturas antes de que fuera quemada en la hoguera en 1431. Como su propio autor reconoce su intención al realizar esta película era descubrir tras los dorados de la leyenda la tragedia humana y, bajo la aureola, a aquella joven visionaria que se llamó Juana. Quería demostrar que hasta los héroes de la historia son seres humanos.
El interés de Dreyer por la doncella de Orleáns y por las trágicas circunstancias que rodearon su muerte comenzó en el año 1924, cuando la canonización de la pastora revivió el caso de Juana de Arco entre los franceses.
Dreyer estudió minuciosamente los 29 interrogatorios a los que Juana fue sometida y los concentró en un interrogatorio prolongado que se hizo el 30 de mayo de 1431, manteniendo de esta forma la unidad de tiempo y lugar. Además Dreyer revisó la pieza irónica de Bernard Shaw y la completa monografía sobre Juana de Arco de Anatole France para desarrollar el proceso como una larga serie de primeros planos que llega a convertirse en su elemento básico al elevar al drama por encima del espacio y del tiempo.
La película de Dreyer reúne los principales recursos de que disponía el cine en aquellos años y representa de forma cabal lo que él quería decir cuando hablaba de “misticismo hecho realidad”. Para el autor de esta película inmortal “el alma se manifiesta a través del estilo, que es la vía de que dispone el artista para expresar su percepción de la materia”. Una enseñanza que volverían a poner de relieve años más tarde los cineastas de la Nouvelle Vague francesa al poner el acento una vez más en el principio: “el hombre es el estilo”. No es por casualidad que Godard en “Vivir su vida” hiciera que su protagonista Ana Karina estuviera en una sala de cine viendo “La pasión de Juana de Arco”
En “La pasión de Juana de Arco” Dreyer renunció a algunas de las convenciones del cine comúnmente admitidas, por ejemplo la alternancia de plano y contraplano en un diálogo entre los intérpretes. No hay ningún plano general en la película que nos permita saber cómo es el decorado, ofreciendo en su lugar una serie de planos asombrosos de tal manera que los guardianes y los eclesiásticos son vistos a menudo desde ángulos muy bajos, engrandecidos por ese tipo de plano enfático que tanto utilizaría posteriormente Orson Welles para retratar a sus personajes despóticos.
Pero el pensamiento de Dreyer y su estilo de primeros planos de actores y actrices sin maquillaje no podía funcionar de ninguna manera sin el concurso de intérpretes extraordinarios, en especial en el caso de Juana de Arco. Y uno de los grandes méritos de esta película fue el de encontrar a la intérprete ideal : María Falconetti. Con ella encontró “la reencarnación de la mártir”.
Pero, ¿quién era María Falconetti?
Aunque algunos insisten en que había nacido en Córcega Renée Jean Falconetti, nació en realidad en Pantin, Francia en 1892. Era en realidad actriz teatral e ingresó en el Teatro Odeón en 1916 trabajando en la Obra “La Arlesiana”. Pasó por La Comedie Française y trabajó en “La dama de las camelias” y en “Lorenzaccio” y también en “El barbero de Sevilla”, siendo su última aparición en escena en la obra “La guerra de Troya no sucederá” de Jean Giraudoux. En cine solo había intervenido en dos películas “El clown” y “La condesa de Somerive” y actuaba en un pequeño teatro de bulevar en París cuando Dreyer la vio. Durante la II Guerra Mundial escapó de Francia a través de Suiza y viajó hasta Buenos Aires donde vivió hasta su muerte en 1946. Su interpretación de Juana de Arco en “la pasión de Juana de Arco” fue la última de su carrera cinematográfica.
Para la actriz el rodaje fue todo un viacrucis. Se dice que Dreyer la obligó en ocasiones a arrodillarse dolorosamente sobre piedras para que el espectador percibiera el dolor reprimido y el dolor interior.
Es verdad que para hablar de las mejores actrices de la historia conviene valorar los diversos trabajos de cada actriz y su forma de encarar los más diversos personajes. No se puede decir, por tanto, que la Falconetti sea la mejor actriz de la historia, algo que merecerían sin duda otras actrices como Katherine Hepburn o Bette Davis, pero soy de los que opinan que la mejor interpretación femenina de la historia del cine es la de María Falconetti en “La pasión de Juana de Arco”.
La película fue Estrenada el 21 de abril de 1928 en Copenhague y el 25 de octubre en París. No tuvo excesivo éxito: el público la ignoró y la crítica se mostró dividida. Es el tiempo el factor que más ha influido en la apreciación de esta película, cuya importancia ha ido creciendo enormemente con el paso de los años, hasta ser considerada como lo es hoy como una de las mejores películas de todos los tiempos, un hito del cine mudo y una verdadera recopilación de la vanguardia cinematográfica.
“La pasión de Juana de Arco” es una película, como todas las de su autor tremendamente austera. En las películas de Dreyer hay mucho sufrimiento y mucha maldad. Es verdad que su autor nunca quiso convencernos, al contrario que el Hollywood de entreguerras, de lo bonita que es la vida. Pero sus películas de Dreyer, después de todo siempre concluyen con la victoria optimista del espíritu.
El arte, para Dreyer, debe representar la vida interior y no la vida exterior. Por ello en esta gran película, renunció a cualquier método de embellecimiento y sus actores, como él mismo dice “no podían tocar ni el maquillaje ni las borlas”
La crítica de la época planteó algunos reparos relativos al elemento costumbrista que a su autor le preocupaba poco, de modo que rechazó hacer un retrato de la época cultural del siglo XV. A pesar de todo respondió de forma adecuada a algunos de los reparos de los críticos, por ejemplo la utilización de cascos de acero por los soldados. Dreyer respondió que existen miniaturas donde se aprecia que los soldados del siglo XV llevaban este tipo de cascos muy similares a los utilizados por los soldados ingleses en la Primera Guerra Mundial. Y lo mismo sucedió con el enfado de algunos críticos porque uno de los frailes llevara gafas de concha cuando en esa época 1927 estaban de moda. El director afirmó poder demostrar que también se llevaban gafas de concha semejantes a las de su película en la época del proceso de Juana de Arco.
Sobre el excelente reparto de la película hay que destacar, además de Falconetti a otros intérpretes como Michel Simon, Eugene Silvain o el mismísimo Antonin Artaud, poeta, dramaturgo, novelista , creador del Teatro de la Crueldad o “El teatro y su doble”, que está considerado como el padre del teatro moderno. Trabajó como actor en más de 20 películas, entre ellas el “Napoleón” de Abel Gance.
A destacar por último dos aspectos. Uno relativo a la extraordinaria fotografía de Rudoplh Maté que interpretó a la perfección las indicaciones de Dreyer iluminando a los inquisidores con una luz muy brillante y sin maquillaje para que se vieran cómo las hendiduras y arrugas de la piel reflejaban su enferma vida interior. Y la otra el silencio de la película. Al encontrarse la copia se le integró una composición musical de Bach despertando las protestas de la mayoría de críticos ya que el silencio tiene en esta película un valor místico.
Recordar igualmente que el personaje de Juana de Arco inspiró diversas versiones cinematográficas. La primera fue la de Georges Meliés ya en 1899, la del alemán Gustaf Gründgens de 1935, la de Victor Fleming con Ingrid Bergman de protagonista, de 1948, la de Otto Preminger con Jean Seberg, realizada en 1957, la de Robert Bresson: “El proceso y muerte de Juana de Arco” en 1962, la de Jacques Rivette con Sandrine Bonnaire de 1993 o la de Luc Besson en 1999 con Mila Jovovich.
Puedes ver la película completa aquí: