EL NACIMIENTO DE UNA NACION
de David W. Griffith
La primera sesión cinematográfica realizada en París por los hermanos Lumière inaugura la era del cine y en consonancia con los primeros trabajos de sus autores algo que se llamó “escenas naturales”, punto de partida del cine documental. Pocos años después Georges Meliès, maestro del trucaje y del cine fantástico, realiza un buen número de películas que buscan contar una historia. Los hermanos Lumière entendieron que el cine era una herramienta, un instrumento para conocer la realidad circundante, mientras Meliès veía en la imagen una excelente posibilidad para contar historias. Así pues, desde sus comienzos el cine se escinde en dos caminos: el cine documental y el cine de ficción.
En los años finales del siglo XIX y primeros del XX una serie de realizadores exploraron diversas técnicas que fueron perfeccionando la forma cinematográfica de narrar. La utilización del PP por parte de Georges A. Smith da pie a un montaje primitivo en la película “La lupa de la abuela”, o del travelling o de la fragmentación de la escena, el plano-contraplano, la elipsis narrativa por restantes integrantes de la Escuela de Brighton o los trabajos de Edwin S. Porter o Ferdinand Zecca fueron sucesivos pasos para acercarse a la narrativa cinematográfica tal como la entendemos hoy y para crear un lenguaje cinematográfico.
Si hay una película que recoge todas las tentativas realizadas hasta entonces por crear un lenguaje cinematográfico, añadiendo además nuevos elementos e integrarlos al mismo tiempo en una obra de gran significación histórica, en una gran epopeya cinematográfica que puso de relieve las enormes posibilidades del cine, esa película es, sin duda
EL NACIMIENTO DE UNA NACION de David W. Griffith
EL NACIMIENTO DE UNA NACION es, pues, la película que sentó las bases de la narrativa cinematográfica, y, al mismo tiempo, una superproducción que exploró a fondo las posibilidades técnicas del cine evitando cualquier recurso teatral, la película que despertó el interés de los inversores, al darse cuenta de las posibilidades económicas que el cine ofrecía, la primera película taquillera de verdad de la historia, sólo superada 25 años después por “Lo que el viento se llevó”, la primera en ser proyectada para el presidente de Estados Unidos en la Casa Blanca y así podríamos continuar durante mucho tiempo repasando los méritos de esta película inmortal que sigue siendo para muchos la película más importante de la historia del cine. No digo la mejor, sino la más importante, la que abrió el camino a las infinitas posibilidades de este medio de expresión.
David Griffith había crecido en una granja de Kentucky, un estado del sur y después de actuar como actor en algunas jiras como mimo y actor, se convirtió más tarde en guionista y director de la compañía Briograph donde llegó a realizar infinidad de películas de corta duración. En 1915 decidió abordar el rodaje de esta macroproducción ambientada en los años de la guerra de secesión norteamericana. Como es sabido, entre 1861 y 1865 tuvo lugar un enfrentamiento bélico entre los estados industrializados del norte y los del sur, basados en la agricultura que trabajaban millones de esclavos negros.
Griffith narra, desde el punto de vista de “señorito del sur” esta tragedia que culminó con la derrota del ejército confederarado, el hundimiento de la economía sudista y la liberación de 4 millones de esclavos. El director adoptó en la película el destino de dos familias, la primera, de Pensilvania, un estado del norte y la segunda, de Carolina del Sur. Y a lo largo de la historia utiliza de forma jamás vista hasta entonces en la pantalla, grandes escenas de masas y reconstrucciones de famosas batallas, anticipando de esta manera los derroteros del gran cine espectáculo de Hollywood.
Pero el punto de vista de Griffith, favorable a los estados del sur y al Ku Klux Klan, empañó el éxito total del film. Tanto es así que llegó a ser prohibida en algunos estados del norte y provocó multitud de altercados en muchos de los lugares donde fue exhibida. Y a la larga el contenido racista de su cine ha llegado incluso a los tiempos actuales en lo que se refiere a la valoración global de su obra. De nada sirvió que Griffith apelara a la libertad de expresión para justificar su postura. Y de nada sirvió que, al año siguiente realizara otra obra maestra de la historia del cine que tiene un título esclarecedor: “Intolerancia”. A pesar de todo Griffith se asoció con Charles Chaplin, Mary Pickford y Douglas Fairbanks para fundar la United Artists que produjo algunas grandes películas y él mismo aún realizó algunas obras maestras, consiguiendo un Oscar honorífico en 1936. Pero el director se abandonó al alcohol después del fracaso de sus últimas películas y falleció a finales de la década de los 40 en un hotel de Hollywood en la más completa soledad.
A los amantes del cine nos queda, sin embargo, su extraordinario legado, con películas tan importantes como “Corazones del mundo”, “Las dos tormentas”, “La culpa ajena” o “Lirios rotos”, primera película de la historia de amor interracial interpretado por su actriz favorita Lilian Gish, maravillosa actriz que prestó su rostro a las más hermosas historias del director.
Lillian Gish fue una de las figuras femeninas dominantes en los primeros años del cine. Comenzó haciendo pareja con su hermana Dorothy, tan parecida a ella que muchos realizadores les pidieron que vistieran de forma distinta para poderlas reconocer. El primero gran éxito de Lilliam fue en la película “Judith de Betulia” la primera película norteamericana de larga duración realizada en 1914, pero su consagración mundial vino de la mano de Griffith en “El nacimiento de una nación” interpretando a Elsie Stoneman, personaje que hizo de ella una estrella internacional. Luego vinieron películas como “El gran amor”, “Lirios rotos” y A través de la tempestad”. Son igualmente notables sus interpretaciones de “Las dos huerfanitas” a pesar de su sensiblería, de “La Boheme” de King Vidor, “La letra escarlata” y “El viento” de Victor Sjöstrom o “El enemigo” de Fred Niblo. Más tarde se resignó a hacer papeles de característica, como en la excelente “La noche del cazador” de Charles Laugthon, pero, lo mejor de su carrera como actriz está vinculado a sus personajes de jovencita bella, ingenua y de mirada cándida que hizo a las órdenes de Griffith. A pesar de la iluminación blanda e irreal con que fue fotografiada algunas veces, como en el caso de “La Boheme”, Lillian Gish fue una gran actriz, como Mary Pickford o Mae Marsh, también salidas de las manos de David W. Griffith.
“El nacimiento de una nación” sigue siendo una película incómoda para establecer un juicio sensato sobre ella. Como lo son algunas de las primeras películas de John Ford sobre el problema indio o las películas de la alemana Leni Riefensthal, especialmente “El triunfo de la voluntad”. Y lo mismo podría decirse de otros campos de expresión artística, como la poesía de Ezra Pound. Y nos lleva a interesantes reflexiones sobre un tema tan espinoso como el de las relaciones cine-ideología. ¿Debe el arte servir a la verdad y a la belleza? ¿Puede el arte estar a favor de odiosas ideologías como el racismo? ¿Es posible separar el contenido del procedimiento? Ahí quedan esas preguntas. Como queda el comentario del presidente Woodrow Wilson después de ver la proyección de la película en la Casa Blanca: “Es como escribir la historia con un relámpago. Y mi único pesar es que todo sea tan terriblemente cierto”
Aquí puedes ver completa EL NACIMIENTO DE UNA NACIÓN.
PARTE 1:
PARTE 2: