(1931)
de Tod Browning
La película de Tod Browning estaba basada en la novela de Bram Stocker y en una obra teatral, con abundante diálogo, de los dramaturgos Hamilton Deane y John L. Balderston. Con ambos y con la viuda de Stocker tuvo que lidiar la Universal durante algún tiempo a causa de las frecuentes discrepancias entre ellos.
La profusión de imágenes inquietantes del texto: antiquísimas criptas de las que emergen al anochecer los “no muertos” para alimentarse de los vivos, el espectáculo de seres que se convierten en lobos, murciélagos y neblinas, la espeluznante aniquilación del vampiro mediante la estaca de madera, hacían que la historia de Bram Stocker resultara fascinante para el cine.
Castillo de Drácula en Transilvania (Castillo de Bran)
Inmediatamente después de que la Universal hiciera público el nombre de Browning como director de la película, la productora anunció que sería el escritor ganador del Premio Pulitzer, Louis Bromfield, el encargado de hacer la adaptación cinematográfica. Bromfield, un recién llegado a Hollywood, escribió un detallado tratamiento e ideó un comienzo extraordinariamente cinematográfico en el que su héroe, John Harker, era conducido al castillo de Drácula en medio de una tormenta de nieve y hacía uso de su revólver contra una manada de lobos que perseguía al trineo. Tanto el embozado conductor del trineo como el sirviente que se hacía cargo de su equipaje tenían un gran parecido con el anfitrión: “Un hombre alto, vestido con unos gastados pantalones sin planchar y chaqué. Tiene una cara muy pálida, un bigote canoso con las puntas caídas y largos cabellos blancos despeinados. Su porte, no obstante, es distinguido. Viste también una larga capa negra que flota a su alrededor mientras avanza para saludar a Harker”. Pero, Bromfield no se mostró tan brillante con el resto de su guion y fue sustituido por Dudley Murphy, que fue quien escribió el guion completo. Más tarde Browning trabajó con otros guionistas utilizando como base este guion de Murphy, para acabar un guion que sería firmado por el propio Tod Browning y por Garrett Fort.
El rodaje de “Drácula” tuvo lugar entre el 29 de septiembre y el 15 de noviembre de 1930. Las escenas adicionales y la repetición de algunas tomas se rodaron el 13 de diciembre de 1930 y el 2 de enero de 1931.
Sin embargo, uno de los mayores atractivos de la película resultó ser su protagonista, el actor Bela Lugosi, que ya había trabajado anteriormente con Browning en la película “The Thirteenth Chair”. Bela Lugosi siempre fue la primera opción del director, a pesar de que antes se habían barajado los nombres de Lon Chaney y Conrad Veidt. Gran parte de las dificultades que Bela Lugosi había encontrado en Hollywood tenían que ver con su escaso dominio del inglés. Lugosi procedía del teatro húngaro donde había sido un primer actor de formación clásica. En 1920 se convirtió en exiliado político y desarrolló su carrera en los escenarios de Nueva York aprendiendo fonéticamente sus papeles en inglés y su quejaba de que a los extranjeros se les elegía siempre para hacer “de malo”. Aunque su inglés mejoró con los años no dejó de hablar con gran afectación y con peculiares inflexiones de voz que llegaron a convertirse en un sello distintivo de su actuación, determinando para siempre la esencia misma de la locución vampírica.
Browning imprimió a la película un tono surrealista, convirtiéndola en “lo más terrorífico jamás visto”. No fue un terror visible para el espectador, porque se convirtió en el “terror de lo desconocido”. “Drácula” fue la culminación de una larga obsesión de Browning por los temas fantásticos y misteriosos que el cine norteamericano había rechazado durante largo tiempo.
El director basó su concepción de las esposas de Drácula en el maquillaje de la actriz Edna Tichenor para su papel de Lunette, la chica murciélago de su película “Londres después de medianoche” y utilizó un grupo de armadillos para que corretearan por el gran salón del castillo de Drácula, de forma similar a lo que hicieron cuatro años antes en la siniestra mansión de Lon Chaney en la misma película. “Drácula” es, igualmente, un film repleto de silencios, como si su director quisiera aferrarse a la época muda en la que se había formado. Tampoco hay acompañamiento musical salvo por un tema misterioso de “El lago de los cisnes” y algunos fragmentos de Wagner, cuando el vampiro visita una sala de conciertos.
La película es, igualmente, una especie de recapitulación de las obras anteriores de Browning, al evocar el espíritu y las inquietudes de los primeros años de su carrera.
“Drácula” se estrenó en el prestigioso Roxy Theater el jueves 12 de febrero de 1931, un día antes del previsto viernes 13. En las primeras 48 horas de exhibición en Manhattan se vendieron más de 50.000 localidades y en las siguientes semanas fue un éxito sensacional en cada una de las ciudades donde se estrenó. Recaudó en EEUU 700.000 dólares y 1.200.000 a nivel mundial, estabilizando las finanzas de la Universal y proporcionando al estudio su único año lucrativo durante la época de la Gran Depresión. Continuaría, además, recaudando generosamente durante sus periódicos reestrenos comerciales a lo largo de los años 30, 40 y 50.
“Drácula” acabaría siendo un punto de inflexión en el cine norteamericano al liberar las energías irracionales latentes que Hollywood había reprimido durante décadas. Para el público pudo haber servido de vehículo para toda clase de metáforas subconscientes sobre personas paralizadas por misteriosas fuerzas que eran incapaces de controlar. En definitiva, “Drácula” fue una película singularmente aterradora que encontró su público durante un año singularmente aterrador.