GILDA: El sueño de una noche de verano
GILDA: El sueño de una noche de verano.
Cine+Calor, como el que ahora padecemos, es una asociación que nos lleva irremediablemente a los cines de verano, una modalidad de exhibición en franca decadencia, pero que aún se conserva en localidades veraniegas, para goce y disfrute de todos los aficionados. A mediados de los años cuarenta era algo normal, sobre todo en la ciudad, Murcia, donde entonces vivía. Allí había dos: el Murcia Parque y la mismísima Plaza de Toros, cuyo recinto aprovechaban los empresarios para ganar un dinero extra, al margen de las corridas de toros.
Ya he comentado que los días laborables yo iba al cine con mi hermana, dos años mayor que yo, pero los fines de semana solíamos ir con nuestros padres. Así que un sábado del mes de julio o agosto de…1947? nos acercamos a la Plaza de Toros de Murcia para ver la película que entonces se proyectaba. Hay que decir que entonces se daba sin ningún tipo de publicidad y que en la mayoría de los casos íbamos al cine sin saber exactamente qué película estaba programada. Mucho antes de llegar al recinto ya nos dimos cuenta de que algo raro pasaba: había mucha más gente de lo normal, casi todos eran hombres y se respiraba en el ambiente una especie de extraña agitación. También había muchos corrillos, reventa de entradas y personas que volvían de la taquilla con la frustración pintada en las caras diciendo que se habían acabado las entradas. A pesar de todo nos acercamos hasta la taquilla, para comprobar que estaba cerrada y para ver en su parte superior una pequeña pizarra con un nombre escrito con tiza: GILDA.
Naturalmente yo no tenía ni idea de lo que significaba esa palabra que me iba a perseguir durante muchos años, como el famoso “Rosebud” de Charles Foster Kane. ¿Quién era Gilda? ¿Por qué su nombre se pronunciaba en susurros? ¿Qué es lo que pasaba con su guante? Oí decir muchas veces que la protagonista, Rita Hayworth salía prácticamente desnuda, que era el mismísimo demonio, que todos los que iban a ver esa película estaban excomulgados por la iglesia, que era una puta y que por esa razón Glen Ford la abofeteaba y otras atrocidades por el estilo. Años más tarde vi la película y logré descifrar en parte el enigma. Me encontré con una excelente película de cine negro, con una mujer fascinante que llegaría a casarse con un príncipe y con un genio del cine: Orson Welles. También, que se llamaba Margarita Carmen Cansino, que era hija de un bailarín español que abusaba sexualmente de ella, que fue el mayor mito erótico de los años 40 y que su imagen con un bañador de dos piezas ilustró una bomba atómica lanzada por USA en las islas BIkini. También que en los últimos años de su vida publicaban fotos de ella con el rostro descompuesto acusándola de alcohólica, cuando lo cierto es que tenía la enfermedad de Alzheimer. Nada nuevo, ¿verdad? Véase Clara Bow, Jean Harlow, Marilyn Monroe etc. etc. Ingrid Bergman, otra actriz a quien le hicieron la vida imposible por tener el atrevimiento de divorciarse, pasó a la historia por su “Tócala, Sam”, Marilyn por “los diamantes son los mejores amigos de una chica” y Rita Hayworth por “Put the blame on Mame” (“Échale la culpa a Mame”), la canción que para ella compusieron Allan Roberts y Doris Fisher en esta inmortal película. Nunca hubo una mujer como Gilda.
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