LA CANCIÓN DE AIXA
Producción: HISPANO FILM-FILM-PRODUKTION
Dirección: FLORIÁN REY
Argumento y Diálogos: Manuel de Góngora
Guion: Florián Rey
Fotografía: Karl Puth (Interiores) y Hans Scheib (Exteriores)
Decorados: Gustav Knauer y Alexander Mugge
Música: Federico Moreno Torroba
Montaje: Willy Sein
INTÉRPRETES:
IMPERIO ARGENTINA (Aixa), MANUEL LUNA (Abslam), RICARDO MERINO (Amed), MARÍA PAZ MOLINERO (Zohira), RAFAELA SATORRES (Zaida), ANSELMO FERNÁNDEZ (Alí), NICOLÁS D. PERCHICOT (Caíd Amar), PEDRO FERNÁNDEZ CUENCA (Ben Barid), PABLO HIDALGO (El Maestro), PEDRO BARRETO (José), JOSÉ PRADA (Larbi).
Duración: 108 minutos
Blanco y negro
SINOPSIS:
Una bailarina –Aixa- conoce en un café al joven Abslam, hijo de un caíd que cae asesinado
COMEDIA
COMENTARIO DE IMPERIO ARGENTINA. ACTRIZ
Los buenos resultados de Carmen, la de Triana, fueron determinantes para que nos ofreciesen hacer otra película, dándonos, además, completa libertad de elección. No era extraño, porque esto no hacía sino continuar con el excelente trato que habíamos recibido durante el rodaje anterior. Aunque parezca poco significativo, mi camerino había estado siempre bien surtido de flores y bombones que me eran enviados por las autoridades. En general me era totalmente imposible quejarme de la consideración de que era objeto, porque se me trataba como a toda una estrella, con el mismo respeto y dedicación.
Para su nuevo trabajo Florián se inclinó por filmar un tema oriental, que se relacionase con el influjo de lo árabe sobre lo español y que, visto desde Alemania, quedaría indudablemente exótico. Esta vocación de mi marido tenía su origen en el entusiasmo que le había causado los Cuentos de la Alhambra de Washington Irving. Sin embargo no fue ninguno de los textos del escritor norteamericano el que escogió como punto de partida, sino una novela de Manuel de Góngora titulada La canción de Aixa. Esta sería nuestra nueva película y para ella escribiría su primera banda sonora cinematográfica el magnífico compositor Federico Moreno Torroba. Igual que habíamos hecho la vez anterior, también ahora decidimos rodar los interiores en Berlín y utilizar escenarios naturales para los exteriores. Pero ni siquiera en la serranía de Ronda los habríamos podido encontrar, y por eso decidimos ir más lejos todavía, hasta Marruecos. Así de nuevo organizamos una pequeña caravana de camiones con equipo técnico y coches para el elenco, entre los que se incluía nuestro Horch; y volvimos a repetir el mismo camino a través de la zona nacional española, llegando hasta Mérida, de ahí a Sevilla y más tarde hasta Algeciras, donde embarcamos para finalizar nuestro viaje en Ceuta.
Antes, en Mérida, tuve un pequeño percance. Nos habíamos alojado en un hotel que, aparentemente, era el mejor, ya la habitación que habían dispuesto para nosotros tenía fama de reservarse sólo para huéspedes ilustres: era la misma donde había descansado el general de un batallón, buena parte del cual ocupaba el hotel pocos días antes. Pues bien, en esa habitación tan estupenda me fue imposible conciliar el sueño, a causa de una picazón que me recorría toda la cabeza.
Alcázarquivir, Xauen, Larache, Tetuán, Tánger, donde nos atendió el general Varela…Durante dos meses de 1938 recorrimos Marruecos llevados por nuestro plan de rodaje, que podíamos modificar de acuerdo con lo que nos encontrábamos en el camino. Fue lo que ocurrió en Xauen, cuando nada más llegar nos enteramos de que se iba a celebrar una boda. Este tipo de ceremonias está prohibido para los hombres, a excepción de los familiares de la novia y, claro está, del novio. No había ninguna posibilidad de que Florián pudiese acudir y tomar notas pero sí conseguimos que la familia me permitiese a mí asistir y presenciar todo el ritual.
Se desposaba una niña de catorce años con un hombre de setenta quien, por supuesto, la había comprado a sus padres. Nada más entrar lo primero que hacen es recibirte con agua de azahar que te echaban por todo el cuerpo; al tiempo, varios pebeteros exhalaban sensuales perfumes que embriagaban el ambiente. Después me entregaron un paño y un pan redondito que tuve que comer. Todo el ceremonial era completamente diferente a lo que conocía y tomé buena nota de cuanto sucedía para contárselo a Florián, que me escuchó muy interesado y me asedió a preguntas acerca de cada detalle para incorporarlos a la película.
Al terminar nuestro trabajo en Marruecos rehicimos el mismo camino para regresar a Berlín y aprovechamos para detenernos en San Sebastián para ver a Rafael Rivelles, que estaba actuando en el teatro junto a María Fernanda Ladrón de Guevara, su esposa, de la que se había separado conyugalmente, pero con la que seguía formando pareja escénica.
Florián y yo habíamos tenido una excelente relación profesional con Rafael durante el rodaje de Carmen la de Triana; por eso el reencuentro fue tan agradable para todos. Por la tarde dimos un paseo por el malecón antiguo. Florián y Rafael iban charlando por delante y por detrás les seguíamos Rosita Zabala y yo. En un momento dado Rafael se volvió para mirarnos, y en ese preciso instante sentí un estremecimiento, un flechazo.
Me sentí muy extraña de repente y no sabía por qué. Jamás habíamos traspasado los límites de una inocente amistad durante el rodaje de Carmen y los besos que nos dimos ante las cámaras no habían pasado de un inocente y frío roce de labios. Pero me daba cuenta de que ese inocente y súbito interés por Rafael no surgía de la nada, sino que debía tener un origen en aquellos días, aunque ni yo misma me hubiese dado cuenta de nada hasta entonces. Tal vez ya quería a Rafael pero ni yo misma me había enterado.
En Berlín reanudamos el rodaje de La canción de Aixa, pero la complicidad artística que siempre había habido entre Florián y yo, había desaparecido. Su lugar estaba siendo sustituido por una tirantez muy desagradable, por una distancia que sin duda tenía que ver conmigo y que no solo enturbiaba nuestro trabajo, sino también nuestra convivencia.
De pronto, muy poco antes de terminar la película, recibí una gran sorpresa. Rafael Rivelles había sido solicitado para algún trabajo en el cine alemán y se presentó en los estudios para verme. No hizo falta decir nada, porque todo quedó claro entre nosotros con solo mirarnos: mis sentimientos eran correspondidos con los suyos.
Nos vimos varias veces a espaldas de Florián, quien se dio cuenta de que el cariño que por él había sentido y que nunca fue verdadero amor, aunque tuviese momentos de gran pasión, se había terminado ya. Continuamente estaba nervioso, seco, casi violento. Discutíamos por cualquier cosa, nos peleábamos, no nos concedíamos ningún margen y solo había reproches y amargura entre nosotros. El punto final lo puso una discusión que tuvimos una noche y de la que ni siquiera puedo recordar el motivo que la produjo, porque parecía una de tantas, una más. Solo recuerdo que iba a quitarme una chaquetita cuando él me arrojó su gabardina y me tiró sobre la cama abofeteándome al tiempo que me gritaba:
- ¡Hija de puta!
Me dolió, pero aun así pude coger un cenicero de cristal de roca y tirárselo a la cabeza. Por suerte él lo esquivó, porque al chocar contra la pared dejó un gran agujero y después he comprendido que podía haberlo matado de haberle golpeado de lleno con él.
En medio de la locura y sin dirigirnos más la palabra, cogí mis cosas y me cambié de hotel, pero mi hijo se quedó con Florián y con Guadalupe, una solterona frustrada que satisfizo así la maternidad que nunca tuvo. Hitler nos había enviado una invitación para una recepción diplomática que iba a tener lugar pocos días después, pero obviamente no acudí porque mi relación con Florián Rey quedó rota por completo. Aquella noche terminó mi matrimonio con el hombre al que tanto debía artísticamente pero con el que jamás debí haberme casado.