SU NOCHE DE BODAS
Versión española de Her Wedding Night
Producción: Paramount
Dirección: Louis Mercanton y Florián Rey
Argumento: Avery Hopwood
Guion: Henry Myers
Diálogos: Luis Fernández Ardavín
Fotografía: Enzo Riccioni
Música: Borell-Calrc y Richard Wittin
INTÉRPRETES:
IMPERIO ARGENTINA, JOSÉ ROMEU, MIGUEL LIGERO, MANUEL RUSSEL, ROSITA DÍAZ GIMENO, EMILIO BARRADO, OLGA VALERY, ANTONIO MONJARDÍN, ANTONIA ARÉVALO, ENRIQUETA SERRANO.
Duración: 9 bobinas
Blanco y negro
SINOPSIS.
Para divertirse impunemente un compositor y el editor de sus canciones intercambian sus documentos de identidad
COMEDIA
COMENTARIO DE IMPERIO ARGENTINA. ACTRIZ
Louis Mercaton era el director de la versión francesa de Su noche de bodas, donde mi papel era interpretado por Alice Cocea; pero también se encargó de la versión española, aunque con la ayuda de Florián Rey. Al tiempo se estaba rodando la versión en inglés, que dirigía Frank Tutle con Clara Bow; la portuguesa, con Betty Silva y algunas otras. Las posibles comparaciones con actrices tan famosas (sobre todo la americana) no me preocupaba, porque se trataba de títulos dirigidos a públicos distintos; lo que sí me causaba más molestias era mi acento cada vez más andaluz y apresurado, que debía dominar para poder expresar los muchos diálogos y monólogos que tenía aquel papel.
Otro problema aunque muy distinto y hasta muy gracioso era la actuación en la película de Miguel Ligero. Aunque era la primera vez que trabajábamos juntos, lo nuestro fue un reencuentro porque él y su esposa, Blanquita Pozas eran amigos de mis padres cuando vivían en Argentina y alguna vez nos habían visitado en Buenos Aires. Luego trabajaríamos en más ocasiones, pero en ésta yo no estaba preparada para su comicidad, para la mucha gracia que derrochaba en cada momento de su actuación y que, aunque en la vida real era un hombre serio, le fluía naturalmente cuando componía un personaje. Había una escena en la que teníamos que taparnos la cara y mirarnos por encima de un pañuelo. Pues bien: tuvimos que repetir quince veces porque no podía parar de reír cada vez que lo veía. Es algo que jamás me había ocurrido ni me volvería a ocurrir, pero, lo peor es que, ni aun así podía solucionarlo y tuve que pedirle a Mercaton que hiciera un trucaje para no tener que mirarlo.