EL CINE ESPAÑOL EN EL RECUERDO
LOS ÚLTIMOS DE FILIPINAS (1945)
Producción: CEA/ALHAMBRA FILMS
Dirección: ANTONIO ROMÁN
Guion: Antonio Román, Pedro de Juan, Enrique Llovet, Enrique Alfonso
Fotografía: Enrique Guerner
Musica: Manuel Parada
INTÉRPRETES
ARMANDO CALVO (Teniente Martín Cerezo), JOSÉ NIETO (Capitán Las Morenas), GUILLERMO MARÍN (Teniente médico Vigil), FERNANDO REY (Juan Chamizo), CARLOS MUÑOZ (Santa María), NINI FERNANDEZ (Tala), MANUEL KAYSER (Fray Cándido), JULIO CALVO (Cabo Olivares), MANOLO MORÁN (Ranchero Pedro Vila), JOSÉ MIGUEL RUPERT (Moisés), TONY LEBLANC, CONRADO SANMARTÍN.
Duración: 97 minutos
Blanco y Negro
SINOPSIS:
Guerra de Filipinas. Un grupo de soldados españoles resiste el ataque de los nativos en la localidad de Baler.
BÉLICA
COMENTARIO DE ANTONIO ROMÁN. DIRECTOR
La vi recientemente en TV y sigo creyendo que las películas que se basan en temas heroicos de épocas pasadas son películas intemporales. Si están hechas de forma honesta y sincera pueden ser revisadas eternamente sin que en ningún momento parezcan antiguas. Esa es mi opinión con respecto a “Los últimos de Filipinas”, que me sigue pareciendo viva siempre que la veo. Y conste que a mí no me parece una de mis mejores películas. Creo que tampoco es, como dicen mis detractores, una película oportunista porque, entonces, todas las películas bélicas lo serían. Es una película de guerra emocionante por los hechos que relata y yo no soy responsable de que las cosas sucedieran de esa manera. Mi labor consistió, simplemente, en conseguir que pareciera un documental de lo que pasó en 1896. La película tuvo una curiosa gestación. Cuando en 1944 Imperio Argentina quiso hacer “Bambú” que iba a producir Suevia Films, la productora de Cesáreo González, pensó en mí para dirigirla. Entonces empecé a colaborar con Imperio, pero esta gran actriz, que era muy temperamental, por desacuerdos con la manera de ver algunas situaciones de la película, rompió conmigo y la razón que adujo fue que Antonio Román no era el director adecuado para hacer una película de tipo colonial. Entonces hizo la película con otro director, José Luis Sáenz de Heredia y yo pensé que la mejor manera de demostrar que sí podía hacer ese tipo de cine era encontrando otro tema colonial. De esta forma nació “Los últimos de Filipinas”. Afortunadamente fue un gran éxito y una película que me ha dado muchísimas satisfacciones. No voy a insistir sobre ella ya que se trata de una película conocidísima de la que se habla en todas las historias de nuestro cine. Baste recordar el éxito del tema principal de la película, la célebre canción “Yo te diré” que sigue poniéndose de moda una y otra vez.
Después del éxito me senté en mi casa esperando a que me llamaran. Pero pasó un año y nadie llamó a mi puerta para proponerme una película. Entonces me di cuenta de que cuando alguien hace una película importante entonces nadie le llama. Y no se sabe cuál es la verdadera razón de que esto sea así.
(EL CINE ESPAÑOL SEGÚN SUS DIRECTORES. Entrevista realizada por Antonio Gregori en el domicilio madrileño del director ANTONIO ROMÁN, en el año 1979)
COMENTARIO DE TONY LEBLANC. ACTOR
Yo trabajaba como extra en una película cuyo título era Los últimos de Filipinas. Emilio García Ruiz interpretaba el papel del correo, el que reparte las cartas a sus compañeros, pero cayó enfermo y no pudo continuar la película. Una vez más mi buena estrella lanza sus destellos: el director, Antonio Román, Manolo Morán y Pepe Nieto descubrieron que yo tenía un fabuloso parecido con dicho actor. Pedro de Juan, jefe de producción, me llama a su despacho y me pregunta si soy capaz de hacer el papel de correo y, sobre todo, si se montar a caballo.
– ¡Claro que sí! ¡Soy actor desde niño y adoro los caballos! ¡Montar es uno de mis deportes favoritos!
En esto último miento descaradamente, porque no me había subido a un animal desde que de niño, en el pueblo de mi padre, un burro me tirara al suelo al pasar un charco. Pero si llego a confesar esto, no hago el papel. Mis compañeros extras, al enterarse de la proposición de la productora, me aconsejan que les pida por lo menos treinta billetes. Como los extras cobrábamos veinte duros, interpreto que debo pedir 3.000 pesetas. Y así ocurre. Firmo el contrato muy contento. Pero mis compañeros, al enterarse de lo que he pedio me aclaran que se referían a treinta billetes ¡de 1000 pesetas! Pero el contrato ya está firmado y cobro, como normalmente sucede, la cantidad acordada en tres veces, es decir, al principio, en medio y al final de la película. Y llega lo bueno: me visten con uniforme del correo, con mis botas y sus consabidas espuelas. Me entregan un caballo que a mí me pareció más grande que un elefante y, con el miedo que es de suponer, me montan en él. Digo que me montan porque tres veces que lo intenté yo sólo, tres veces que me caí.
Ya en el caballo, quedándome quietecito y cogiendo las riendas, mi estampa de jinete no era del todo mala. Pero un extra amigo mío, muy contento con el papel que yo había obtenido, me golpea en la punta de la bota derecha, diciéndome:
– ¡Qué suerte has tenido, macho!
Al golpearme en la punta de la bota, la espuela que llevaba se le clava al caballo que, al sentirse espoleado, arranca a galopar. Pierdo las bridas y pierdo el equilibrio y, si no es porque los estudios CEA tenían una gran tapia, llego a la Línea de la Concepción montado en el penco. La verdad es que asusté y no fui el único. Cuando el resto del equipo llega a recogerme a la tapia donde se había parado el caballo, me encuentran abrazado a la cabeza del animal, pero no encima, sino frente al belfo, morro con morro, como si nos estuviéramos besuqueando.
Incidentes aparte, mi papel en la película sigue adelante. Voy a hablar con el jefe de los tagalos. Pero a la vuelta soy traicionado y muero cuando voy galopando por los disparos de otros filipinos.
Sería imperdonable no mentar a la única mujer que trabaja en esta película. Era la gran actriz Nani Fernández que, en los momentos más emotivos del film, cantaba en el silencio de la noche una canción que emocionaba
– Yo te diré
Por qué mi canción
te llama sin cesar…
(TONY LEBLANC. Esta es mi vida)
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