DON QUINTÍN, EL AMARGAO (1935)
Producción: FILMÓFONO
Dirección: LUIS MARQUINA
Argumento: La zarzuela Don Quintín, el amargao de Carlos Arniches, Antonio Estremera y Jacinto Guerrero
Guion: Eduardo Ugarte y Luis Buñuel
Fotografía: José María Beltrán
Música: Jacinto Guerrero
INTÉRPRETES:
ALFONSO MUÑOZ (Don Quintín), ANA MARÍA CUSTODIO (Teresa), LUISITA ESTESO (Felisa), FERNANDO GRANADA (Paco), PORFIRIA SANCHIZ (María), LUIS DE HEREDIA (Angelito), CONSUELO NIEVA (Margot), JOSÉ ALFAYATE (Sefini), MANUEL ARBÓ (Crótido), JOSÉ MARCO DAVÓ (Nicasio).
Duración: 86 minutos. Blanco y Negro
SINOPSIS:
Quintín, creyendo que no es el padre de su hija, la abandona en una cabaña y veinte años después intenta recuperarla.
DRAMA
COMENTARIO DE LUIS BUÑUEL. (Supervisor y Productor)
De manera que me hice productor, un productor muy exigente y quizás, en el fondo, bastante canallesco. Encontré a Ricardo Urgoiti, productor de películas muy populares y le propuse una asociación. Al principio él se echó a reír. Luego, cuando le dije que podía disponer de ciento cincuenta mil pesetas que me prestaría mi madre (la mitad del presupuesto de una película) dejó de reírse y accedió. Yo no puse más que una condición: la de que mi nombre no figurara en la ficha técnica. Para empezar, le propuse la adaptación de una obra del autor madrileño Arniches, titulada Don Quintín, el Amargao. La película fue un gran éxito comercial. Con los beneficios compré un terreno de dos mil metros cuadrados en Madrid que vendería en los años sesenta. El argumento de la obra –y de la película- es el siguiente: Un hombre orgulloso, amargado y temido por todos, disgustado por ser padre de una niña, la abandona junto a una caseta de peón caminero. Veinte años después la busca, pero no la encuentra.
Una escena que a mí me parece bastante buena es la del café. Don Quintín está sentado con dos amigos. En otra mesa están su hija –a la que él no conoce- y su marido. Don Quintín se come una aceituna y tira el hueso, que va a dar en el ojo de la joven. El matrimonio se levanta y se va sin decir palabra. Los amigos de Don Quintín le felicitan por su osadía cuando, de pronto, vuelve a entrar el marido, que viene solo y obliga a don Quintín a tragarse el hueso de la aceituna. Después, don Quintín busca al joven para matarlo. Se entera de las señas y va a su casa, donde encuentra a su hija, a la que todavía no conoce. Sigue entonces una escena de gran melodrama entre padre e hija. Durante el rodaje de esta escena dije a Ana María Custodio, que hacía el papel principal (a veces me entrometía descaradamente en la dirección): “Hay que echarle más mierda, más mamarrachada sentimental”. “Contigo no se puede trabajar en serio”, me contestó ella. (“Mi último suspiro” de Luis Buñuel)
COMENTARIO DE EDUARDO GARCÍA MAROTO. MONTADOR
El cargo de director de montaje de los estudios CEA me facilitó contactos con gran variedad de personas, unas importantes, otras, menos; desde productores, técnicos, artistas, autores y músicos hasta forofos pelmazos y aspirantes a profesionales de cine. Ya empezaba uno a despuntar y a adquirir cierta relevancia en ese ambiente.
Tal vez el personaje más interesante para mí fue Luis Buñuel, en primer lugar por nuestra colaboración en los doblajes y después porque se encargó de la supervisión de la primera producción de Filmófono, Don Quintín, el Amargao, cuyo director iba a ser nuestro ingeniero de sonido, Luis Marquina. El guion, en colaboración con Eduardo Ugarte, era de Buñuel. Como yo me encargué del montaje de la película, lo leí repetidas veces y me pareció que estaba muy bien construido y perfectamente planificado. Así, se inició el rodaje. Luis Marquina, dirigía, Buñuel supervisaba y corregía y yo, montaba. Buñuel era exigente, cosa que me agradaba porque yo también lo era con mi trabajo, de modo que no sucedió ningún incidente. La película se estrenó más tarde y su éxito fue aumentando paulatinamente en los reestrenos. Aunque Buñuel no quedó del todo convencido –lo cual era natural dadas sus preferencias- a mí me pareció que era de lo mejor que se había producido referente a películas costumbristas españolas. Esta nada tenía que ver con sus dos anteriores películas (Un perro andaluz y La edad de oro), realizadas años atrás, pero no tenía nada que envidiar a las que nos llegaban del extranjero. (“Aventuras y desventuras del cine español” de Eduardo G. Maroto)