NOCHE EN LA TIERRA
Director: JIM JARMUSCH
Fotografía: Frederick Elmes
Intérpretes: Gena Rowlands, Winona Ryder, Armis Mueller-Sthal, Giancarlo Espósito, Béatrice Dalle, Roberto Beningni
EXTRAÑOS EN LA NOCHE
“Noche en la tierra” es la segunda película de la que podríamos considerar como la segunda etapa en la carrera del cineasta independiente norteamericano Jim Jarmusch. A la primera corresponderían, según esta visión, sus largometrajes “Vacaciones permanentes”, “Extraños en el paraíso” y “Bajo el peso de la ley” y sus cortos “Café y cigarrillos” y “Café y cigarrillos II” y a la segunda –caracterizada por la utilización del color, la estructura en sketches y un mayor nivel de producción- “Mistery Train” (1989) y “Noche en la tierra” (1991). Jarmusch es uno de los principales representantes de una nueva generación de cineastas independientes que incluye a realizadores como Sara Driver, Nark Rappaport o Amos Poe y que sucede en el tiempo a la generación de los Warhol, Morrisey, Clarke, Robert Kramer, los hermanos Mekas o John Cassavettes. De entre los independientes de nuevo cuño tal vez sea Jim Jarmusch el más prestigiado fuera de su país, un auténtico director “de culto”.
Nacido en Akron (Ohio), Jarmusch comenzó estudiando cine a las órdenes de Lázslo Benedek, para convertirse más tarde en discípulo de una auténtica leyenda, Nicholas Ray. Simultáneamente, Jarmusch se ha dedicado a la música como cantante y letrista de los grupos “Dark Day” y “The del-Byzanteens”.
Jarmusch participa en sus primeras películas de algunas de las características comunes al resto de los independientes: subversión, libertad sexual, violencia, relación entre estructuras documentales y estructuras de relato, interés por los marginados y búsqueda de una nueva estética amparándose en un estilo autolimitativo en la utilización del plano largo y estático –con influencias de Ozu– y sirviéndose de esta limitación para intensificar el relato. Sus primeras obras constituyen claros ejemplos de esta “reducción al mínimo” que busca reforzar el “sentimiento central” de cada escena.
Con “Noche en la tierra” Jarmusch sigue el camino marcado por “Mistery Train”, a través de cinco historias que transcurren simultáneamente en Los Angeles, Nueva York, París, Roma y Helsinki. Cinco comedias que sitúa entre el ocaso de Los Angeles y el amanecer de Helsinki, que utilizan el taxi como elemento conductor y transcurren entre el espejo retrovisor y el asiento de atrás. Cinco historias simples en las que Jim Jarmusch, fiel al espíritu minimalista de su cine busca, a la manera de Rohmer, una cierta enseñanza moral. En la primera, la certeza de una directora de casting en el sueño americano se derrumba ante la negativa de una desaliñada taxista a convertirse en estrella. En la segunda Jarmusch nos ofrece un hermoso cuento sobre la superación de las barreras raciales y lingüísticas. En el episodio parisino una ciega demuestra a un taxista marfileño que es sensible al tiempo y la distancia, que un ciego puede “hacer el amor con todos los poros de su cuerpo”, que la compasión es mala y que la vida puede ser hermosa. En el cuarto sketche, un taxista toscano con incontinencia verbal, causa la muerte de un cura con el minucioso relato de sus perversiones sexuales. Y en el quinto –el más austero- Jarmusch rinde culto al cine de los hermanos Kaurismäki ilustrando el viejo planteamiento del “a ver quién cuenta la historia más triste”.
Planos de los relojes que señalan las diferencias horarias entre las distintas capitales marcan la transición entre una y otra historia. Historias que discurren entre el ocaso y el amanecer y que permiten al excelente fotógrafo Frederick Elmes reflejar la belleza nocturna de las calles de Nueva York y la tristeza, envuelta en la nieve, de los suburbios de Helsinki. Pero “Noche en la tierra” es, igualmente, un magistral repertorio de inteligentes interpretaciones. La elección de actrices y actores como Gena Rowlands, Winona Ryder, Armin Mueller-Sthal, Giancarlo Espósito, Béatrice Dalle, Rosie Pérez o Roberto Benigni, demuestra el interés de Jarmusch por las buenas interpretaciones, algo que queda patente en esta frase: “Gracias a Ray empecé a entender lo que era la esencia de una buena interpretación y lo pésima que era en las escuelas de cine”.
Antonio Gregori