(1906-1989)
El cliente:
“Dios hizo el mundo en seis días y usted no es capaz de hacerme un pantalón en seis meses!”
El sastre:
“Pero, señor, ¡mire el mundo y mire su pantalón!”
Samuel Beckett nace en Dublín en 1906, de una familia protestante de clase media. Severa educación religiosa en su infancia. A los 11 años ingresa en la escuela de Ulster, cuyo alumnado procede de la alta burguesía, donde destaca como buen estudiante. En 1919 comienza sus estudios en el Colegio anglo-irlandés “Portora Royal School”. En 1923 ingresa en el “Trinity College” de la universidad de Dublín y se licencia en Lenguas Románicas en 1927. Se dedica a la enseñanza desde 1928 en Belfast, París etc. Cultiva la amistad con James Joyce. Su primer libro es un ensayo titulado “Dante, Bruno Vico, Joyce”. En 1930 recibe un premio por su libro de poemas “Horóscopo”. “Proust” es su tesis doctoral en el Trinity, donde trabaja como lector de francés. Entre 1933 y 1937 abandona la enseñanza y su ciudad natal para viajar por toda Europa, escribiendo poemas y cuentos. En 1937 fija su residencia en París. En 1938 publica su primera novela “Murphy”. Durante la ocupación alemana se enrola en la Resistencia, aunque su condición de ciudadano irlandés le permitía vivir tranquilo. Perseguido por la policía alemana se refugia en Vaucluse. Trabaja como obrero y escribe su primer drama “Eleutheria”. En 1945, tras la liberación, regresa a París y empieza a escribir en francés, trabajando en las novelas “Malone” y “Malone muere”. De 1946 a 1952, en plena etapa de madurez, escribe sus grandes dramas, “Esperando a Godot” y “Final de partida”. Termina sus novelas y escribe otra, “El innombrable”. El 5 de enero de 1953 se estrena en el Théatre Babylonne de París, “Esperando a Godot”, obras que le da a conocer en todo el mundo. En 1957 se estrena “Final de partida” en el Royal Court de Londres y completa su obra en un acto “La última cinta”, que también se estrena en Londres en 1958. En 1961 estrena “Happy Days” (Días felices) en Nueva York. En 1963 tiene lugar el estreno de “Comedia”, primero en Ulm y después en París (1964-1965). En septiembre de 1967 firma un manifiesto contra Franco en protesta por la encarcelación del dramaturgo español Fernando Arrabal. En 1969, de viaje por Túnez con su esposa, conoce que le ha sido concedido el Premio Nobel de Literatura. Según su esposa eso supuso una catástrofe para su marido quien, nada más conocer la noticia se encerró en su casa y desconectó el teléfono. Samuel Beckett falleció el 22 de diciembre de 1989, pocos meses después de la muerte de su esposa Suzanne.
Junto con Eugene Ionesco y Arthur Adamov, Samuel Beckett es el principal representante del llamado “Teatro del absurdo”, cuyos fundamentos ideológicos son los siguientes:
Si existir es ser para la muerte (Heidegger)
Si existir es ser para el naufragio (Jaspers)
Si existir es ser para la nada (Sartre)
Resulta fácil entender que llegue a hablarse de un “absurdo” y de un “suicidio”, al referirnos a la filosofía imperante en la primera mitad del siglo XX. El existencialismo como corriente filosófica surge para dar respuesta a las últimas realidades del ser. De la exploración de este periodo surgen los postulados fundamentales que veremos repetidos en las distintas manifestaciones estéticas. Por lo que respecta al “Teatro del absurdo”, al teatro de vanguardia y más concretamente al de Samuel Beckett, el punto de partida de su teatro hay que verlo en esa conciencia de naufragio, de que la existencia es “para la nada” y en este sentido, el fin (la muerte) nos devuelve a la nada de nuestro origen. Pero existir es “estar en situación”, estar en el aquí, en el hoy, en el presente. Esta situación es algo irremediable. Algo que es necesario aceptar, porque el hombre, comprometido con su situación, es cómplice, culpable y responsable. Y existir, por último es “ser con otros” y de ese ser con otros nace una problemática convivencial.
ESPERANDO A GODOT (1952)
En “Esperando a Godot”, sus protagonistas Vladimiro y Estragón, volverán todos los días a encontrarse junto al mismo árbol, el árbol que siempre ha cobijado su tristeza y solo allí, en su “situación existencial” aguardarán la llegada de Godot. Porque Godot es el símbolo de la felicidad, que es lo único por lo que el hombre lucha, por la condición de su naturaleza. A partir de aquí se producen en la obra distintas interpretaciones, solo porque el mismo autor deja abierta la interrogación. En todo caso sus dos protagonistas esperan, necesitan esperar y continuarán esperando. Acaso sea esta capacidad de aguante una de las pruebas que cada día nos ofrece, de forma admirable, el ser humano.
Muchas interpretaciones se han dado a la figura de Godot, desde Dios (porque nunca aparece) hasta el corredor ciclista que siempre llegaba el último en el Tour de Francia y a quien la gente esperaba para aplaudirle.
FINAL DE PARTIDA (1957)
Junto con Esperando a Godot, Final de partida, constituye el mejor ejemplo de las opiniones de Beckett sobre la monotonía de la vida. Sus personajes centrales, Hamm y Clov dan la sensación de estar con vida porque no les queda otro remedio: desearían morir, pero la voluntad de vivir es más fuerte que la voluntad de morir y siguen realizando los movimientos de su estúpido juego con una sumisión mecánica.
En el teatro de Beckett la distinción de un periodo a otro en el tiempo solo está en los ciclos de la naturaleza y el cambio de uno a otro acto está en que el árbol ha florecido: puede que sea el día siguiente o el año siguiente, da igual, porque el tiempo siempre vuelve sobre sí mismo. Si la acción no tiene ningún significado, todo lo que el hombre hace, no pasa de ser una absurda pretensión.
En todas las obras de Beckett encontramos pruebas de su convicción de que todo es inútil, absurdo e insoportable. Los padres de Hamm son viejos e inválidos y no pueden salir de sus cubos de basura. Hamm es ciego y no puede andar, Clov no puede sentarse y tiene una perpetua sensación de malestar. Pozzo se queda ciego e imposibilitado y Lucky es mudo. Estos personajes se repiten a lo largo de su obra dramática y novelística y nos hacen entender la visión que el autor tiene de la condición humana: la imperfección y la deformidad son el estado natural del hombre. Beckett es el profeta de la negación y de la esterilidad: no admite ninguna esperanza para la humanidad.
DIAS FELICES (1960)
Por último en Días felices (1961), Samuel Beckett se ocupa del deterioro físico y mental de las personas. Su protagonista Winnie, es una mujer de mediana edad que aparece semienterrada en un montículo, sometida a una luz cegadora que no cesa de brillar, pero que siempre encuentra motivos para considerar que sus días son felices (“Esto habrá sido otro día feliz”). En el segundo acto está enterrada hasta la cabeza, no puede moverse y siente dolor, pero, a pesar de todo, está convencida de que ese será, también, otro día feliz. Al final de la obra, Willie, su marido –al que Winnie no puede ver- se arrastra hacia ella en un ambiguo desenlace.