(1898-1962)
Ghelderode es el diamante que cierra el collar de los poetas que Bélgica lleva alrededor del cuello. Este diamante negro arroja fuegos crueles y nobles. No hieren más que a las pequeñas almas, pero deslumbran a las otras (Jean Cocteau)
Creador de un territorio propio, como Faulkner con el condado de Yoknapatawpha, Joyce con Dublín o García Márquez con Macondo, Michel de Ghelderode sitúa su universo grotesco en el Flandes medieval, en la imaginaria Breughellande. Su mundo cerrado es, a la vez, imagen y comentario del exterior. Y sus dramas y personajes, sádicas caricaturas empapadas de humor escatológico, inmediatamente remiten a las pinturas de Hyeronimus Bosch o de Pieter Breughel. Algunas de sus obras fueron escritas para marionetas, pero hasta en sus dramas con intérpretes humanos, los rostros de sus personajes aparecen con una especie de rictus histérico y están más cerca de los engendros de El Bosco que de la gente normal. Se basan, en la mayoría de los casos en la exageración, en la caricatura de un solo rasgo físico, presentando grandes deformaciones: enormemente gordos, extraordinariamente famélicos, simplones hasta la locura o seres siniestros más allá de toda medida. En todos los dramas de Ghelderode hay una combinación de obscenidad y aquelarre y, como en los cuadros de Breughel, el mundo es un lugar donde el demonio es el amo absoluto y donde reina la perversidad moral.
Nacido en Ixelles (Bélgica) el 3 de abril de 1898 con el nombre de Adhémar Adolphe Louis Martens es uno de los principales dramaturgos belgas de vanguardia y escribió todas sus obras en francés con el seudónimo de Michel de Ghelderode. Desde muy joven se dedicó al teatro y a los 28 años fue nombrado “dramaturgo” del Teatro Popular Flamenco. A pesar de su gran producción teatral, la fama le llegó de forma tardía en 1947 con el estreno parisino de su obra “Hop, Signor”. Casi todas sus obras están marcadas por los temas de la vejez, la muerte, la lujuria, la locura, la avaricia o la presencia del demonio,
Entre su obra dramática destaca: “La muerte mira a la ventana” (1918), “El extraño jinete” (1920) “La muerte del doctor Fausto” (1926), “Imágenes de la vida de San Francisco de Asís” (1927), “Escorial” (1927), “Fastos del infierno” (1929), “Magia roja” (1931), “Sire Halewyn” (1934), “La balada del gran macabro” (1934), “¡Arriba, señor!” (1935), “La farsa de los tenebrosos” (1936), “La escuela de los bufones” (1953) o “Los ciegos” (1956).
ESCORIAL
Un longevo rey y su bufón se encuentran en la sala del trono de palacio, aguardando el fallecimiento de la reina. A lo largo de las muchas horas de insomnio ambos provocan un juego en el que se intercambian sus papeles: por un momento el rey se convierte en bufón y el bufón en rey. A lo largo del juego se pondrá de relieve las causas que llevaron a la agonía de su esposa, así como la relación escabrosa que la pareja mantenía.
En “Escorial”, Ghelderode combinó la situación geográfica en Flandes con un contexto español. La acción transcurre en el Escorial, un lugar viejo y abandonado perdido en algún lugar de la geografía española donde el rey es atendido únicamente por sus perros, el verdugo, el sacerdote y su bufón flamenco.
LA BALADA DEL GRAN MACABRO
Comedia obscena y desenfrenada donde el demonismo adopta la forma del pecado original satánico: la creencia en la propia divinidad. Esto da lugar a verdaderos monstruos, obsesionados por uno de los aspectos más perversos de la personalidad humana que convierten, de hecho, en personificación suya. El mundo de Ghelderode no está habitado por unos cuantos imbéciles, sino que es “colectivamente” un mundo imbécil. Comedia absolutamente disparatada transcurre en la Breuguelandia de Ghelderode. La obsesión de la propia divinidad la asume una especia de peregrino –Nekrozotar- que se cree un arcángel enviado a la tierra para anunciar el fin del mundo o, por lo menos de Breuguelandia donde la gente ha sido torcida en cuerpo y espíritu y se dedica a la práctica de alguno de los siete pecados capitales.
LA ESCUELA DE LOS BUFONES
Uno de los mayores logros de Ghelderode en el campo de lo grotesco donde se ocupa de una escuela de enanos contrahechos que se encarga de proveer de bufones a todas las cortes de Europa, tras enseñarles que el secreto del histrionismo es la crueldad.